domingo, 20 de julio de 2008

PERO SI... ¡ERES TU! - VEINTIUN AÑOS (VI)

- Tatiana… ¿Víctor Morales?
- Sí…
- Pero…
- Sí…
- ¡No me lo puedo creer!
- ¡Ni yo!

Al momento tengo a una mujer espléndida colgada de mi cuello, fundida conmigo en un cálido abrazo. Se separa y me mira a los ojos, tratando de asegurarse de que no sufre una alucinación.

- ¡Pero bueno! ¡Dios mío! ¿Cuántos años hace ya?
- Veintiuno.
- ¡Veintiún años!
- Sí.
- ¡Es increíble!
- ¡Estás espléndida!
- ¡Gracias! ¡Pero tú! ¿Qué le sucedió a tu pelo?
- ¡Bueno! ¡Ya ves! Se me bajó todo aquí – digo, señalando mi labio superior, tratando de bromear.
- ¡Víctor Morales! ¡Menuda sorpresa! ¿Estás aquí para mucho tiempo?
- Pues sí. De hecho, me vengo a vivir a Cádiz.
- ¿Ah, sí?
- Sí. He conseguido destino aquí.
- ¿Destino? ¿A qué te dedicas? ¿Eres juez?
- Casi. Soy fiscal, y me han destinado a la Audiencia Provincial.
- ¡Vaya!
- Bueno, ¿y tú? ¿cómo es que he venido a dar contigo en este hotel?
- He venido de vacaciones, y quería quedarme cerca de la playa. Ya sabes, tengo casa en Jerez, pero necesitaba mar.
- Pero tienes el mar muy cerca de Jerez…
- Pero es que hace muchos años que yo no vivo en Jerez. ¿no lo sabías?
- ¡Cómo iba a saberlo! Os perdí la pista a todos hace tanto tiempo…
- ¡Y que lo digas! Te marchaste sin decir nada a nadie, y nos quedamos aquí todos extrañadísimos de que te fueras de esa forma.
- Para mí fue una sorpresa casi tan grande como lo fue para vosotros. Pero sabes bien que no me fui sin despedirme…

Ella recuerda. Lo veo. Yo también recuerdo. Ella lo nota. Nos volvemos conscientes los dos de que este encuentro, en este momento concreto, tiene algo de restitución de algo que la vida nos había arrebatado veintiún años atrás, aunque ya no somos los jóvenes llenos de vida que una vez fuimos, aunque ya no creemos en tantas cosas en que sí creíamos cuando comenzábamos a vivir, allá por los ochenta. A mí me asalta el absurdo presentimiento de que se nos abre una puerta hasta ahora cerrada.

Dos personas no se pueden contar veintiún años de su vida en cinco minutos. Al menos, no si de veras quieren explicarse el uno al otro. Tati y yo sentimos renacer, al vernos, un viejo deseo: el deseo de conocernos. Ella está de vacaciones, y yo tengo varios días libres antes de empezar a trabajar en la Fiscalía. Decidimos quedar para cenar juntos esta noche, y contarnos todo cuanto queramos contarnos.