Tal vez la vuelta del verano haya convertido la vida en este espacio oscuro, lóbrego. Tal vez sean mis ojos los culpables.
No hay más determinaciones. Ni más excusas.
Quiero seguir, y voy a hacerlo. Sin embargo, nadie puede reprocharme que no lo haga, o que no lo haya hecho antes.
Todo es (inútil). Todo es. Yo también soy.
Hasta luego.
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martes, 6 de septiembre de 2011
viernes, 10 de septiembre de 2010
EL FIN DE LA BELLEZA
Nada nos retiene aquí. No hay dicha, ni esperanza alguna de alcanzarla. Tan sólo opulencia y mezquindad, egoísmo sin límites y desolación moral. Peor aún: han destruido la belleza. La hicieron desaparecer, primero en el arte, ahora en la vida. La total ausencia de belleza es la más pura expresión de la maldad absoluta, de la vaciedad moral e intelectual que domina en nuestro tiempo. Sin belleza el hombre se agosta, se seca en su mismo núcleo y muere, aún en vida. Nos morimos asfixiados. No nos queda aire ni para exclamar, ni para pedir ayuda, socorro. Huyamos, pues.
¿O tal vez debamos luchar?
¿O tal vez debamos luchar?
miércoles, 8 de septiembre de 2010
ABANDONOS
Supongo que me he ganado a pulso mis abandonos. Imagino todos mis defectos. Luego imagino que quienes me conocen se hartan de soportarlos, y se van. Así son los abandonos. Y así los abandonados. Gente que tiene una opinión demasiado elevada de sí misma. Aún así, los abandonos son dolorosos. Todas las pérdidas lo son. Los abandonos, más. Y más todavía cuando se trata de buena gente, o bien de gente con talento. No hay mucha gente con talento. Conocerla es un privilegio. Más que eso: es un mérito. Uno se gana los conocidos que tiene, con tesón y con inteligencia. Y los pierde por estupidez o por descuido. Pocos son los inteligentes y tesoneros. Pero todos podemos ser estúpidos y descuidados, si se dan las circunstancias apropiadas. Entonces es sumamente sencillo sufrir un abandono. No hay abandonos inmerecidos. Tan sólo hay cobardes que se van sin haber intentado perdonar la estupidez o el descuido del abandonado. Perdonar. Quizá sea el verbo más difícil de poner en práctica de todos. Perdonar requiere muchas y grandes cualidades. Requiere bondad, y fortaleza. No es nada fácil perdonar. Y es especialmente difícil cuando se trata de la estupidez. No hay nada más difícil de perdonar que la estupidez. La estupidez es ese defecto en que sólo pueden incurrir las personas inteligentes. Por eso resulta imperdonable.
CALORES DE SEPTIEMBRE Y EL POLICIA CIEGO
Esto es para quienes no conocen Canarias: el verdadero verano comienza aquí en septiembre. Ataca el sol despiadado y uno busca el aire acondicionado con ansia digna de habitante de la Baja California o del Madrid agosteño.
Se hace difícil pensar, y no digamos ponerse con un ordenador a escribir debajo de un flexo. Se siente uno como pavo dentro del horno, pero no huele tan rico. Huele peor.
Hay un personaje bullendo dentro de mi cabeza. Quiere nacer, o terminar de nacer. Quiere salir de un proyecto de novela abandonada, y comenzar a dar sus propios pasos por el mundo... por el mundo de mi cabeza.
Se trata, cómo no, de un policía. Es, por supuesto, un policía existencialista, que se hace preguntas que la gente ha dejado de hacerse (¿de verdad la gente ha dejado de hacerse preguntas?). Preguntas tales como: ¿quiero vivir? ¿vivir así? ¿por qué la gente se muere? ¿es inevitable el mal? ¿cómo, cuándo y dónde se encuentra la verdad? ¿es que está de vacaciones? ¿permanentes? ¿Por qué hemos permitido que una panda de ladrones nos mande? ¿Hay solución? ¿Se vivirá mejor en una casita de campo con huerto y perro? ¿De qué?
Mi policía ya no está interesado en el crimen. Ni en los culpables. Ni en la justicia. Mi policía está interesado en por qué los políticos se disfrazan de romeros y hacen como que peregrinan, cuando en realidad el Audi A - 8 les está esperando a la vuelta de la curva, allí donde los fotógrafos de la prensa no llegan, y el helicóptero oficial espera a nuestro político canario mochilero por antonomasia (PR) en la cumbre de su recorrido para devolverle al palacio de los ciento cincuenta cuartos de baño de superlujo y escobillas de water de las de a 50 euros la pieza (porque hay culos y culos, ya se sabe...). Mi policía se pregunta por el engaño como fuente de poder (una pregunta muy vieja en estos tiempos tan nuevos). A mi policía le gustan las mujeres, pero ha vivido lo suficiente como para saber que, aunque sería deseable vivir con una, se puede vivir sin ellas. Mi policía sabe muchas cosas, pero tiene la rara sensación de no saber nada, en realidad. Conforme se hace mayor sus dudas aumentan, sus certidumbres periclitan, y se le forma una como catarata intelectual que le despista, le hace inseguro y débil en un mundo de hombres y mujeres fuertes, seguros, aunque desorientados, como él, sólo que no lo saben.
Ese es mi policía. Quizá pueda darle vida, hacerle hablar, y andar por las calles de mi ciudad, o de otra ciudad, o de un pueblo, uno cualquiera, o mejor no uno cualquiera, sino uno que tenga iglesia y famarcia y monte y ovejas y vacas y tractores y cuervos y águilas y un río. No puede haber pueblo sin río.
Se hace difícil pensar, y no digamos ponerse con un ordenador a escribir debajo de un flexo. Se siente uno como pavo dentro del horno, pero no huele tan rico. Huele peor.
Hay un personaje bullendo dentro de mi cabeza. Quiere nacer, o terminar de nacer. Quiere salir de un proyecto de novela abandonada, y comenzar a dar sus propios pasos por el mundo... por el mundo de mi cabeza.
Se trata, cómo no, de un policía. Es, por supuesto, un policía existencialista, que se hace preguntas que la gente ha dejado de hacerse (¿de verdad la gente ha dejado de hacerse preguntas?). Preguntas tales como: ¿quiero vivir? ¿vivir así? ¿por qué la gente se muere? ¿es inevitable el mal? ¿cómo, cuándo y dónde se encuentra la verdad? ¿es que está de vacaciones? ¿permanentes? ¿Por qué hemos permitido que una panda de ladrones nos mande? ¿Hay solución? ¿Se vivirá mejor en una casita de campo con huerto y perro? ¿De qué?
Mi policía ya no está interesado en el crimen. Ni en los culpables. Ni en la justicia. Mi policía está interesado en por qué los políticos se disfrazan de romeros y hacen como que peregrinan, cuando en realidad el Audi A - 8 les está esperando a la vuelta de la curva, allí donde los fotógrafos de la prensa no llegan, y el helicóptero oficial espera a nuestro político canario mochilero por antonomasia (PR) en la cumbre de su recorrido para devolverle al palacio de los ciento cincuenta cuartos de baño de superlujo y escobillas de water de las de a 50 euros la pieza (porque hay culos y culos, ya se sabe...). Mi policía se pregunta por el engaño como fuente de poder (una pregunta muy vieja en estos tiempos tan nuevos). A mi policía le gustan las mujeres, pero ha vivido lo suficiente como para saber que, aunque sería deseable vivir con una, se puede vivir sin ellas. Mi policía sabe muchas cosas, pero tiene la rara sensación de no saber nada, en realidad. Conforme se hace mayor sus dudas aumentan, sus certidumbres periclitan, y se le forma una como catarata intelectual que le despista, le hace inseguro y débil en un mundo de hombres y mujeres fuertes, seguros, aunque desorientados, como él, sólo que no lo saben.
Ese es mi policía. Quizá pueda darle vida, hacerle hablar, y andar por las calles de mi ciudad, o de otra ciudad, o de un pueblo, uno cualquiera, o mejor no uno cualquiera, sino uno que tenga iglesia y famarcia y monte y ovejas y vacas y tractores y cuervos y águilas y un río. No puede haber pueblo sin río.
domingo, 19 de octubre de 2008
LAGRIMAS POR UNA MADRE
Estoy escuchando programas atrasados de crítica de espectáculo, descargados como podcasts en mi ordenador, y oigo que hacen una necrológica de Paul Newman. Hablan de él, de su carrera, de su vida, de lo que fue, y todo me parece muy bien. Como homenaje final, reproducen un fragmento de la banda sonora de La Leyenda del Indomable en el que el personaje de Newman canta, banjo en mano, a su madre recién fallecida. Y lloro.
Al principio creo que lloro por Newman. Y en cierto modo, es así. Paul Newman es parte de mi biografía, una parte importante, casi esencial. Es el modelo del hombre que a mí me habría gustado ser. Es el modelo del héroe del siglo XX: el perdedor, cínico, destruido por un siglo de ruedas dentadas, bombas nucleares y vida vacía. Es el hombre derrotado que se levanta del barro y se alza de nuevo. Que haya muerto, significa que una parte de mi vida se ha ido.
Pero más tarde me doy cuenta de algo mucho más profundo. Lloro por Newman, por el personaje que canta a su madre muerta, por la madre muerta del personaje, por mi madre, que un día, quizá no tan lejano, morirá. Lloro por una vida sencilla, por alguien que se conformó al principio, y más tarde se complació, en lo poco que tenía. Lloro porque en el fondo, la odio. Y la odio porque, en el fondo, la amo. Y lloro porque ese odio/amor ha arrasado mi alma, y se llevará un pedazo aún mayor de ella cuando llegue el día, que el pedazo, bastante considerable en realidad, que Newman se llevó al morir.
Soy un hombre en permanente reconstrucción. Todos los días se cae un pedazo de mí. Todos los días me esfuerzo por reparar el boquete.
Al principio creo que lloro por Newman. Y en cierto modo, es así. Paul Newman es parte de mi biografía, una parte importante, casi esencial. Es el modelo del hombre que a mí me habría gustado ser. Es el modelo del héroe del siglo XX: el perdedor, cínico, destruido por un siglo de ruedas dentadas, bombas nucleares y vida vacía. Es el hombre derrotado que se levanta del barro y se alza de nuevo. Que haya muerto, significa que una parte de mi vida se ha ido.
Pero más tarde me doy cuenta de algo mucho más profundo. Lloro por Newman, por el personaje que canta a su madre muerta, por la madre muerta del personaje, por mi madre, que un día, quizá no tan lejano, morirá. Lloro por una vida sencilla, por alguien que se conformó al principio, y más tarde se complació, en lo poco que tenía. Lloro porque en el fondo, la odio. Y la odio porque, en el fondo, la amo. Y lloro porque ese odio/amor ha arrasado mi alma, y se llevará un pedazo aún mayor de ella cuando llegue el día, que el pedazo, bastante considerable en realidad, que Newman se llevó al morir.
Soy un hombre en permanente reconstrucción. Todos los días se cae un pedazo de mí. Todos los días me esfuerzo por reparar el boquete.
lunes, 14 de abril de 2008
ME DESPIERTAS DE NOCHE PARA HACERME REIR
y extraña, estúpidamente, yo me río contigo...
Me despiertas de noche y me haces reir, y creo que nunca me había dicho nadie nada tan gracioso.
Te miro y te abrazo, y me río contigo.
Somos dos tontos que le aullan a la luna. Tú eres un loco que disparata por las noches. Yo soy la mujer que va a convertir tu insania en cordura. Y la luna va a responder a nuestros aullidos con una canción de amor.
Me despiertas de noche y me haces reir, y creo que nunca me había dicho nadie nada tan gracioso.
Te miro y te abrazo, y me río contigo.
Somos dos tontos que le aullan a la luna. Tú eres un loco que disparata por las noches. Yo soy la mujer que va a convertir tu insania en cordura. Y la luna va a responder a nuestros aullidos con una canción de amor.
jueves, 27 de marzo de 2008
EL PUENTE ROTO
No sabía nada de él. Tan sólo lo oyó hablar una vez. Tenía una voz hermosa. Ponía el corazón en lo que decía. Miraba de frente. Ella se dijo: la próxima vez le hablaré. Y no volvió a verlo.
Mucho tiempo después lo encontró. Seguía teniendo la voz hermosa. Seguía poniendo el corazón al hablar. Y seguía mirando de frente. Pero estaba tan lejos, tan distante... A ella no le importó, y se acercó a él, tal y como se había prometido. Hablaron o, mejor dicho, le habló, porque él apenas se separaba de los monosílabos y las respuestas cortas. Estaba en otro mundo. Pero le sonreía. ¡Oh Dios! ¡y qué sonrisa tenía! Luego de un rato, se despidieron. En los ojos de ella había prendido la ilusión.
Días más tarde, le envió un mensaje con el teléfono móvil. Pero él estaba tan lejos... No le contestó hasta el día siguiente. No había oído el teléfono. A ella le sonó a excusa, y no contestó.
Un buen día, sin embargo, ella le envió un correo electrónico. No le hablaba de nada trascendental, pero le deseó una muy feliz semana. El contestó, correcto, atento, deseándole lo mismo.
Un día, ella recibió en su teléfono móvil un mensaje. Era de él. Le hablaba de naderías, pero ella no pensó en eso, sino "¡me ha escrito! ¡me ha escrito!". Y le contestó, la mar de contenta. El seguía estando lejos, muy lejos, en realidad... Pero a ella no le importó.
Días más tarde le envíó un correo electrónico lleno de palabras hermosas y tiernos sentimientos. No le hablaba de él, ni del amor, no se trataba de eso. Sólo quería que él supiera que le deseaba lo mejor.
El recibió el mensaje, como todos los demás, y sintió que debía sentir algo por una mujer que de tan dulce manera intentaba atrapar su corazón. Pero, en realidad, su cuerpo se consumía por una joven de pechos pequeños y redondos, y su mente se decía continuamente "debes parar esto; debes pararlo antes de que sea demasiado tarde". El sabía cómo era la mujer por la que enloquecería. Y sabía con amarga lucidez que esa mujer no existía.
Pero necesitaba reposo, y calor, y sentirse adorado...
Mucho tiempo después lo encontró. Seguía teniendo la voz hermosa. Seguía poniendo el corazón al hablar. Y seguía mirando de frente. Pero estaba tan lejos, tan distante... A ella no le importó, y se acercó a él, tal y como se había prometido. Hablaron o, mejor dicho, le habló, porque él apenas se separaba de los monosílabos y las respuestas cortas. Estaba en otro mundo. Pero le sonreía. ¡Oh Dios! ¡y qué sonrisa tenía! Luego de un rato, se despidieron. En los ojos de ella había prendido la ilusión.
Días más tarde, le envió un mensaje con el teléfono móvil. Pero él estaba tan lejos... No le contestó hasta el día siguiente. No había oído el teléfono. A ella le sonó a excusa, y no contestó.
Un buen día, sin embargo, ella le envió un correo electrónico. No le hablaba de nada trascendental, pero le deseó una muy feliz semana. El contestó, correcto, atento, deseándole lo mismo.
Un día, ella recibió en su teléfono móvil un mensaje. Era de él. Le hablaba de naderías, pero ella no pensó en eso, sino "¡me ha escrito! ¡me ha escrito!". Y le contestó, la mar de contenta. El seguía estando lejos, muy lejos, en realidad... Pero a ella no le importó.
Días más tarde le envíó un correo electrónico lleno de palabras hermosas y tiernos sentimientos. No le hablaba de él, ni del amor, no se trataba de eso. Sólo quería que él supiera que le deseaba lo mejor.
El recibió el mensaje, como todos los demás, y sintió que debía sentir algo por una mujer que de tan dulce manera intentaba atrapar su corazón. Pero, en realidad, su cuerpo se consumía por una joven de pechos pequeños y redondos, y su mente se decía continuamente "debes parar esto; debes pararlo antes de que sea demasiado tarde". El sabía cómo era la mujer por la que enloquecería. Y sabía con amarga lucidez que esa mujer no existía.
Pero necesitaba reposo, y calor, y sentirse adorado...
martes, 25 de marzo de 2008
VIDA Y DESTINO

El totalitarismo no es meramente una monstruosidad producida por hombres poseídos por una cruel enfermedad psicopática. No es cierto que haya sido erradicado de una vez y para siempre de nuestro mundo. Porque el totalitarismo vive en cada uno de nuestros corazones.
Aún no he terminado de leer la monumental Vida y Destino, escrita por Vasili Grossman, ingeniero, novelista y periodista soviético, judío asimilado, que fue un escritor adicto al régimen soviético prácticamente hasta el final de su vida, hasta que intentó plasmar en sus obras el exterminio por hambre de poblaciones enteras en el interior de su país, durante la colectivización forzosa de 1937, o el increíble y siniestro parecido que existía entre los dos totalitarismos en paradójica pugna durante la Segunda Guerra Mundial: el nazismo y el comunismo soviético fundado por Lenin y "mejorado" por Stalin.

Grossman, quien al ser invadida la Unión Soviética por Alemania se había presentado voluntario para combatir y había sido declarado inútil, presenció de todas formas en primera línea, como corresponsal de guerra, los acontecimientos bélicos, y la represión política simultánea, paralela, en pleno frente. Asistió, al final de la guerra, a la liberación de los campos de Treblinka y Majdanek. Cuando, años después, quiso explicarse literariamente lo sucedido durante la guerra en su país, no pudo evitar plasmar la evidencia de que había asistido al choque de las dictaduras totalitarias más férreas y despiadadas que jamás habían existido. Una cruel batalla entre monstruos hermanos, que se saldó con millones de muertos, producto no sólo del choque de los rivales, sino de la propia y mortífera tarea de depuración interna a que los dos se dedicaron.

Grossman, como todo verdadero intelectual, escribió Vida y Destino y Todo Fluye dominado por la necesidad de explicarse lo ocurrido, de entenderlo a fondo, hasta la raíz, si era posible. Todo Fluye narra las hambrunas producidas en Ucrania por la colectivización del campo, con millones de muertos en aras de la cuota de producción. En cuanto a Vida y Destino, escrita en tiempos de Jhruschov, Grossman creyó que tal vez podría publicarla. Le fueron confiscadas todas las copias que se llegó a descubrir (pero no todas, o ahora no podríamos leerla) e incluso las cintas de la máquina en que la escribió.
Necesitaría hacer varias relecturas concienzudas, minuciosas, llenas de anotaciones e interpolaciones, junto con un estudio histórico de la Rusia soviética y de la Segunda Guerra Mundial, y de la literatura rusa, para poder hacer una reseña digna de tal nombre sobre esta obra. Así pues, esto no es una reseña. Es sólo un comentario, resultado del impacto de lo leído sobre mi sensibilidad, y quizá también, de los trastornos del insomnio producto de un ataque de acidez...
Vida y Destino es un fresco de la Unión Soviética durante los momentos cruciales de la batalla de Stalingrado. En el libro se puede vislumbrar los grandes movimientos políticos y su significado, y las estrategias principales de los líderes durante la guerra. Pero, sobre todo, lo que se aprecia es la vida del hombre corriente en medio de los trastornos del siglo XX: de la anciana que perdió a su marido y a su hijo durante las hambrunas producidas por la instauración del sistema de koljoses en el campo ucraniano; del físico que ha hecho un descubrimiento que podría llevar a Rusia a la era atómica, y es celebrado por sus colegas, pero inmediatamente censurado por el Régimen, que considera sus teorías, fundadas en el análisis matemático, demasiado "idealistas" y por lo tanto incompatibles con la ciencia socialista, pegada al terreno y practicista; de la madre que espera, y espera, y espera tener noticias de su hijo, que ya ha muerto en el campo de batalla; de la mujer enamorada del brillante coronel de caballería, pero que aún recuerda con dolor y un sentimiento que es amor en un sentido más profundo a su primer esposo, antiguo chequista ahora víctima del sistema represivo en el que tan activamente y con tanta convicción había tomado parte; del viejo bolchevique prisionero en Treblinka, que ve morir ante sus ojos a su compañero de los viejos tiempos de la Revolución de Octubre, a su amigo del alma, diciéndole que los dos se habían equivocado, que la libertad era lo más importante y que ellos la habían destruído; de la doctora judía que, pudiendo salvarse de la cámara de gas aduciendo su título profesional, prefiere acompañar a ella a un niño desvalido, abandonado de su propia madre; del comisario político que, después de haber sobrevivido a Stalingrado, es detenido y preso en la Lubianka; de un Hitler que pasea por el bosque nocturno, angustiado, al conocer la derrota alemana en Stalingrado; de un Stalin que se sabe inferior a la imagen que ha proyectado de sí mismo, y que odia a todos, a los que le temen y le adulan, y a los que le alzan la voz en las reuniones, y principalmente a sí mismo, como Hitler, pues, como dice el agente de la Gestapo que interroga al viejo bolchevique en Treblinka, los soviéticos, al odiar a los alemanes, se odian a sí mismos, porque el nazismo y el bolchevismo no son más que dos aspectos de un mismo movimiento general de odio, de terror, de miedo del hombre ante su propio poder.
Y ese es el signo de nuestro tiempo. Ya lo era el siglo pasado, y lo sigue siendo en el siglo presente. La Humanidad, que avanzaba confiada en su capacidad para dominar la naturaleza y ponerla a su servicio, que creía haber encontrado las fórmulas perfectas para organizarse, inspiradas en modelos científico-naturales, descubre en el siglo XX que las fuerzas de la naturaleza no han sido realmente dominadas, sino a lo sumo vislumbradas, que los torpes manejos de los hombres se parecen peligrosamente al jugueteo de un niño con una picadora enchufada, que los sistemas creados oficialmente para expandir el bienestar colectivo no son más que crueles máquinas de poder, que destruyen al hombre y lo convierten en pura materia aprovechable por un mecanismo que devora incluso a sus propios operarios y hasta a sus propios diseñadores.
La Humanidad ha adquirido tal poder sobre la Naturaleza y sobre los individuos, que finalmente ha comprendido que carece en realidad de él. Y esta comprensión produce angustia, y excita paradójicamente un férreo deseo de control. Ante un mundo volátil, la débil alma humana sigue queriendo aherrojarse y aherrojar la realidad, para que el mal ya existente no aumente, o al menos le sirva de algo.
Hasta el siglo XX, los sistemas de dominación de la Humanidad existentes eran primoridalmente físicos: o bien se basaban en el poder militar, o bien en el predominio económico: la seguridad y la supervivencia eran las palancas que suscitaban la adhesión del pueblo a sus líderes. Siempre acompañó a estos mecanismos la utilización, el aprovechamiento, de los cuerpos dominantes de creencias; pero éstas surgían de formas relativamente espontáneas, e incluso (véase el cristianismo) fueron en sus inicios movimientos espirituales estrictamente marginales.
Desde el siglo XX, sin embargo, se está desarrollando una eficiente máquina de dominación de los espíritus, basada en la manipulación de la verdad, que ha llegado hasta el extremo de, no ya cuestionar filosóficamente el concepto de verdad, que es un cuestionamiento lícito y potencialmente muy fructífero, sino cuestionar el concepto vulgar de verdad, el que funciona en la calle. Se ha conseguido desvalorizar la verdad hasta el extremo de que, hoy día, casi nadie cree que decir la verdad sea algo valioso por sí mismo. Así es como se ha demolido al individuo, y se lo ha transformado en mero engranaje de la Gran Maquinaria de Poder, cuyos afortunados tripulantes manejan orgullosos, hasta que ésta, que es mucho más poderosa que cualquiera de ellos, los devore a su vez, y los convierta en tuercas y tornillos, engranajes y bielas, conectores y chips...
La destrucción del concepto de verdad y del concepto de individuo libre como ente portador de la verdad era necesaria para extender en nuestro mundo la propaganda de masas, que es el mecanismo actual por excelencia de toda dominación política. Y la propaganda de masas es la condición ineludible de cualquier sistema de dominación totalitaria del hombre. El totalitarismo aspira, no meramente a controlar coactivamente la conducta exterior del hombre, sino a controlar del mismo modo su alma, sus resortes interiores, su cuerpo de creencias, sus afectos y desafectos, en fin, todo cuanto el hombre es.
Pero no podemos olvidar que la destrucción del concepto de verdad y de individuo libre no ha sido perpetrada por nuestros dirigentes, sino por todos nosotros.
Y, con todo y por eso mismo, en nosotros vive la esperanza, la posibilidad de sobrevivir a nuestra propia destrucción.
Eso es Vida y Destino, a mi juicio: la narración de cómo nos destruimos a nosotros mismos, y en los mismos estertores de nuestra agonía encontramos las fuerzas necesarias para seguir vivos...
lunes, 17 de marzo de 2008
INFELICIDAD E INFIDELIDAD AL PROPIO DESTINO
Ya sé que suena a que me falta un tornillo, a que he caído en las mallas lamentables de la depresión, o a que no me aclaro, pero he de decir esto: irme de fiesta me sienta mal...
¿Cómo es posible que prefiera pasarme el día en mi casa, viendo peli tras peli y leyendo Vida y Destino hasta sentirme embotado, relleno de drama bélico, de amistades truncadas, de amores difíciles y destinos trágicos, antes que recorrer mi isla con una bella en el asiento derecho de mi coche, perdernos por los pueblos y barrancos, contemplar horizontes difuminados por el polvo en suspensión, tomar cafés en terracitas recoletas y almorzar en hotelitos con camareras demasiado confianzudas, mientras dejamos que la mañana dé paso a la tarde, y que ésta avance y veamos llegar la noche?
Me temo que la respuesta a esta pregunta está contenida en el título de este post...
¿Cómo es posible que prefiera pasarme el día en mi casa, viendo peli tras peli y leyendo Vida y Destino hasta sentirme embotado, relleno de drama bélico, de amistades truncadas, de amores difíciles y destinos trágicos, antes que recorrer mi isla con una bella en el asiento derecho de mi coche, perdernos por los pueblos y barrancos, contemplar horizontes difuminados por el polvo en suspensión, tomar cafés en terracitas recoletas y almorzar en hotelitos con camareras demasiado confianzudas, mientras dejamos que la mañana dé paso a la tarde, y que ésta avance y veamos llegar la noche?
Me temo que la respuesta a esta pregunta está contenida en el título de este post...
lunes, 3 de marzo de 2008
FAMA, LA ESO Y LOS LIBROS
No cabe duda de que vivimos un tiempo extraño. "Te deseo que vivas tiempos interesantes" reza la famosa maldición china, ¡y por Júpiter que el chino que la ideó tenía muy mala leche!
Pues éstos son unos tiempos interesantísimos, en los que el esfuerzo, la exigencia y el nivel están proscritos de las escuelas, pero proclamados a bombo y platillo en Fama, el concurso - escuela de baile que emite Cuatro. Yo no soy ducho en cuestiones relacionadas con el arte del movimiento corporal, pero, por lo que veo, los alumnos - concursantes sudan tinta, y llegan a pasarlo realmente mal dentro de la escuela - plató de televisión. Y la presentadora - Paula Vázquez, creo que se llama, ya saben, la rubia de bote de exuberante melena que en temporadas pasadas se dedicó a lucir pareos en las islas de los supervivientes - ha elogiado enfáticamente esta vocación por el rigor que los profesores de la "academia" (Si estás leyendo esto, Platón, ¡por favor perdóname!) parecen profesar. Toda una refutación de la ESO sobre la cual los espectadores - desconozco la audiencia que tiene este programa, pero vistos los horarios, será alta - tal vez podrían reflexionar.
Y hoy asistí a otro extraño caso de refutación del modelo educativo vigente, pero admito que aún no he terminado de captarlo en toda su hondura. ¡Señoras y señores! ¡Lo inconcebible ha sucedido! ¡Un programa de máxima audiencia de Cuatro ha emitido imágenes de libros, muy simbólicamente asociadas a las cabezas de los concursantes! Ya digo que se trata de un fenómeno de vastas proporciones y recóndito significado, pues voy captando sus sutiles implicaciones con el paso de las horas. El hecho es que hubo libros en la emisión vespertina del programa aunque ¡ay! desgraciadamente no podría deciros su título o autor. Tan sólo, que se trataba de unos libros azules muy bonitos, que adornaron las cabezas de los alumnos - concursantes.
Yo los miraba semipetrificado en el sofá del salón de la casa de mi madre, mientras Víctor Ullate in person les explicaba sus alumnos la importancia trascendental de aquellos libros. Los alumnos debían fundirse con aquellos libros. Era esencial que ellos y los libros constituyesen una unidad indisoluble, pues de ese modo, portándolos en lo alto de sus cocorotas engominadas y muchas veces simplemente pasadas por la cortacésped, conseguirían al caminar un movimiento cadencioso que sería ideal para la danza...
Y este fue, señoras y señores, el venturoso paso que los libros tuvieron esta tarde por las pantallas de La Cuatro. De las cabezas de los alumnos - concursantes, ya los veo viajando al contenedor de basuras más próximo.
Me quedó una sospecha. Yo los miraba, y todos eran azules, y todos parecían tener el mismo título en el lomo. ¿Será que los compraron a granel para este programa? Por cierto ¿alguien ha visto a alguno de esos alumnos - concursantes, cuya vida es expuesta en su plenitud e integridad a las cámaras, repito, alguien les ha visto alguna vez leer un libro, o quizá un periódico, o quizá... un tebeo? Lo pregunto con verdadera ingenuidad y sin intención sarcástica. Yo no suelo ver ese programa.
Pues éstos son unos tiempos interesantísimos, en los que el esfuerzo, la exigencia y el nivel están proscritos de las escuelas, pero proclamados a bombo y platillo en Fama, el concurso - escuela de baile que emite Cuatro. Yo no soy ducho en cuestiones relacionadas con el arte del movimiento corporal, pero, por lo que veo, los alumnos - concursantes sudan tinta, y llegan a pasarlo realmente mal dentro de la escuela - plató de televisión. Y la presentadora - Paula Vázquez, creo que se llama, ya saben, la rubia de bote de exuberante melena que en temporadas pasadas se dedicó a lucir pareos en las islas de los supervivientes - ha elogiado enfáticamente esta vocación por el rigor que los profesores de la "academia" (Si estás leyendo esto, Platón, ¡por favor perdóname!) parecen profesar. Toda una refutación de la ESO sobre la cual los espectadores - desconozco la audiencia que tiene este programa, pero vistos los horarios, será alta - tal vez podrían reflexionar.
Y hoy asistí a otro extraño caso de refutación del modelo educativo vigente, pero admito que aún no he terminado de captarlo en toda su hondura. ¡Señoras y señores! ¡Lo inconcebible ha sucedido! ¡Un programa de máxima audiencia de Cuatro ha emitido imágenes de libros, muy simbólicamente asociadas a las cabezas de los concursantes! Ya digo que se trata de un fenómeno de vastas proporciones y recóndito significado, pues voy captando sus sutiles implicaciones con el paso de las horas. El hecho es que hubo libros en la emisión vespertina del programa aunque ¡ay! desgraciadamente no podría deciros su título o autor. Tan sólo, que se trataba de unos libros azules muy bonitos, que adornaron las cabezas de los alumnos - concursantes.
Yo los miraba semipetrificado en el sofá del salón de la casa de mi madre, mientras Víctor Ullate in person les explicaba sus alumnos la importancia trascendental de aquellos libros. Los alumnos debían fundirse con aquellos libros. Era esencial que ellos y los libros constituyesen una unidad indisoluble, pues de ese modo, portándolos en lo alto de sus cocorotas engominadas y muchas veces simplemente pasadas por la cortacésped, conseguirían al caminar un movimiento cadencioso que sería ideal para la danza...
Y este fue, señoras y señores, el venturoso paso que los libros tuvieron esta tarde por las pantallas de La Cuatro. De las cabezas de los alumnos - concursantes, ya los veo viajando al contenedor de basuras más próximo.
Me quedó una sospecha. Yo los miraba, y todos eran azules, y todos parecían tener el mismo título en el lomo. ¿Será que los compraron a granel para este programa? Por cierto ¿alguien ha visto a alguno de esos alumnos - concursantes, cuya vida es expuesta en su plenitud e integridad a las cámaras, repito, alguien les ha visto alguna vez leer un libro, o quizá un periódico, o quizá... un tebeo? Lo pregunto con verdadera ingenuidad y sin intención sarcástica. Yo no suelo ver ese programa.
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