Ya sé que suena a que me falta un tornillo, a que he caído en las mallas lamentables de la depresión, o a que no me aclaro, pero he de decir esto: irme de fiesta me sienta mal...
¿Cómo es posible que prefiera pasarme el día en mi casa, viendo peli tras peli y leyendo Vida y Destino hasta sentirme embotado, relleno de drama bélico, de amistades truncadas, de amores difíciles y destinos trágicos, antes que recorrer mi isla con una bella en el asiento derecho de mi coche, perdernos por los pueblos y barrancos, contemplar horizontes difuminados por el polvo en suspensión, tomar cafés en terracitas recoletas y almorzar en hotelitos con camareras demasiado confianzudas, mientras dejamos que la mañana dé paso a la tarde, y que ésta avance y veamos llegar la noche?
Me temo que la respuesta a esta pregunta está contenida en el título de este post...