sábado, 29 de noviembre de 2008

"PARADERO DESCONOCIDO", DE KRESSMAN TAYLOR

4


SCHLOSS RANTZENBURG
MÚNICH, ALEMANIA
25 de marzo de 1933


Señor Max Eisenstein
Schulse-Eisenstein Galleries
San Francisco, California, EE.UU.

Querido viejo Max:

Como es natural estarás enterado de los nuevos acontecimientos en Alemania y querrás saber qué pensamos nosotros aquí. Y de verdad te digo, Max, creo que en muchos sentidos Hitler puede ser conveniente para Alemania. Pero no estoy seguro. Ahora está a la cabeza del gobierno y dudo mucho que, ni siquiera Hindenburg pueda quitarle el poder, puesto que se vio forzado a dárselo. El hombre es una suerte de electroshock, como sólo puede serlo un gran orador y un fanático. Pero me pregunto: ¿está del todo cuerdo? Su ejército de camisas pardas está formado por gentes de la peor calaña. Se dedican al pillaje y han empezado a apalear judíos. Son cosas sin mayor trascendencia. Es la escoria que sale a la superficie cuando un gran movimiento entra en ebullición. Porque te digo, amigo mío, hay un renacer... un verdadero renacer. El pueblo de todo el país se ha sentido sacudido. Lo notas en las calles y en las tiendas. Los alemanes se han despojado de la desesperación como si se despojaran de un abrigo viejo. La gente ya no está cubierta de vergüenza. Vuelve a tener esperanza. Tal vez pueda encontrarse la manera de acabar con la miseria. Algo, no puedo decir qué, va a pasar. ¡Ha aparecido un líder! Tirar la desesperación por la borda nos conduce con frecuencia a tomar rumbos descabellados.

Como es lógico, en público no expreso duda alguna. Ahora soy funcionario, trabajo para el nuevo régimen y me muestro por cierto exultante. Todos nosotros, los funcionarios que queremos salvar el pellejo nos hemos apresurado a afiliarnos al nacionalsocialismo. Ese es el nombre del partido de Herr Hitler.

Pero no se trata sólo de razones de conveniencia, hay algo más, la sensación de que los alemanes hemos encontrado nuestro destino y de que el futuro se nos viene encima como una ola imparable. Y tenemos que tomarle la delantera. Tenemos que remontarla. Incluso ahora, que se cometen atrocidades. Las tropas de asalto están viviendo su momento de gloria. Las cabezas ensangrentadas y los corazones atribulados lo demuestran. Pero esas cosas pasan. Si el fin perseguido es justo, esas cosas pasan y se olvidan. La Historia escribe una página en blanco.

Lo único que me pregunto, te lo digo a ti y a nadie más: ¿es justo el fin? ¿Estamos intentando crear una sociedad mejor? Porque, ¿sabes, Max?, he visto a estas gentes de mi raza desde que llegué, he visto las agonías que han sufrido, los años pasados cada vez con menos pan para llevarse a la boca, los cuerpos cada vez más escuálidos, el fin de la esperanza. Estaban atrapados en arenas movedizas, les llegaban al cuello. Y justo antes de morir apareció un hombre que las sacó de ellas. Lo único que ahora saben es que no van a morir. Están viviendo la histeria de la liberación, casi lo veneran. Cualquiera hubiera sido el salvador habrían hecho lo mismo. Quiera Dios que a quien siguen con tanto regocijo sea un verdadero líder y no el ángel de la muerte. Sólo a ti, Max, te digo que no lo sé. No lo sé. Y sin embargo mantengo la esperanza.

Basta de política. En cuanto a nosotros estamos encantados en la nueva casa y recibimos a mucha gente. Esta noche damos una cena para veintiocho personas y el invitado de honor es el alcalde. Tal vez se nos está yendo un poco la mano en los gastos, pero habrá que perdonarnos. Elsa tiene un traje de noche nuevo de terciopelo y está aterrorizada por el temor de que no sea bastante grande. Espera otro niño. Es la manera de mantener contenta a una mujer, Max. Tenerla ocupada con bebés para que no tenga tiempo de ponerse neurótica.

Nuestro Heinrich ha hecho una conquista social. Salió a pasear en su poni, el caballó lo tiró y ¿quién lo auxilió? Nada menos que el barón von Freische. Tuvieron una larga conversación sobre Estados Unidos y un día se presentó el barón en casa para tomar un café. Heinrich irá a comer con él la semana que viene. ¡Este muchacho! Es una pena que su alemán no haya mejorado pero, aún así, seduce a todo el mundo.

Y así vamos, amigo mío. Tal vez nos convirtamos en protagonistas de grandes acontecimientos, tal ves sólo sigamos dedicados a la vida familiar. Pero nunca perderemos la sinceridad de la amistad, de la cual hablas de manera tan conmovedora. Nuestros corazones van hacia ti a través del ancho mar y, cuando llenamos las copas, brindamos ¡por el tío Max!

Mis más cariñosos recuerdos,

MARTIN

"PARADERO DESCONOCIDO", DE KRESSMAN TAYLOR

3

SCHULSE - EISENSTEIN GALLERIES
SAN FRANCISCO, CALIFORNIA, EE UU
21 de enero de 1933

Herrn Martin Schulse
Schloss Rantzenburg
Múnich, Alemania

Mi querido Martin:

Me alegró mucho poder mandarle tu dirección a Griselle. La tendrá enseguida en sus manos, si es que no la ha recibido ya. ¡Qué alegrón le dará encontrarse con todos vosotros! Estaré allí en espíritu con tanto regocijo como si os viera en persona.

Hablas de la pobreza que has encontrado allí. Este invierno aquí la situación ha sido mala pero, desde luego, no hemos conocido las privaciones que tú has visto en Alemania.

Tú y yo personalmente tenemos la suerte de que la galería siga marchando bien. Por supuesto nuestra clientela ha reducido sus compras pero, aunque compren la mitad de lo que compraban antes, podremos vivir con desahogo, sin despilfarrar pero muy cómodamente. Los óleos que mandaste son excelentes y los precios asombrosos. Los venderé enseguida con una ganancia de miedo. ¡Y por fin he despachado a la espantosa Madonna! Sí, a la vieja señora Fleshman. ¡Cómo balbuceé ante su suspicacia cuando estimaba los méritos de la pieza, mientras yo titubeaba qué precio ponerle! Sospechó que tenía otro interesado y le di una cifra descarada. Se abalanzó sobre la Madonna y sonrió maliciosamente al hacer el cheque. ¡Sólo tú puedes imaginar hasta qué punto estaba yo exultante cuando la vi desaparecer con ese horror a cuestas!

¡Ay, Martin! ¡A veces me avergüenzo de mí mismo por el placer que me producen estos insignificantes éxitos! Tú en Alemania con tu casa de campo, haciendo alarde de riqueza ante los parientes de Elsa y yo, aquí en América, regodeándome por haberle jugado a una vieja ridícula la mala pasada de hacerle comprar una monstruosidad. ¡Bonito placer para dos hombres de cuarenta años! ¿En eso nos pasamos la vida? ¿Tramando intrigas para hacer dinero y luego pavonearnos en público? Vivo censurándome, pero sigo igual. ¡Ay!, todos estamos atados a la misma noria. Somos vanos y deshonestos porque es necesario pasar por encima de quienes también son vanos y deshonestos. Si no le vendo a la señora Fleshman nuestro adefesio, alguien le habría vendido otro peor. Las cosas son como son.

Pero siempre hay un refugio donde encontrar algo que sea auténtico. La charla íntima con un amigo ante quien nos despojamos de nuestra estúpida fatuidad, en quien encontramos calor y comprensión, con quien el egoísmo mezquino es impensable. Un refugio donde el vino y los libros le dan a la vida un significado distinto. Ahí hemos fabricado algo, que la doblez no puede tocar. En ese refugio estamos a nuestras anchas.

¿Quién es ese tal Adolfo Hitler, que parece estar haciéndose con el poder en Alemania? No me gustan las cosas que leo de él.

Abraza a toda la joven tribu y a nuestra entusiasta Elsa.

Tu siempre amigo,

MAX

viernes, 28 de noviembre de 2008

"PARADERO DESCONOCIDO", DE KRESSMAN TAYLOR

2


SCHLOSS RANTZENBURG,
MÚNICH, ALEMANIA
10 de diciembre de 1932

Señor Max Eisenstein
Schulse-Einsenstein Galleries
San Francisco, California, EEUU


Querido y viejo amigo Max:

Llegaron sin demora el cheque y las cuentas. te lo agradezco. No necesitas darme tanto detalle de cómo marcha el negocio. Sabes que siempre he estado de acuerdo con tus métodos y aquí, en Múnich, estoy metido en un torbellino de nuevas actividades. Estamos ya establecidos ¡pero cuánta agitación! Como sabes, hace mucho que tenía en la cabeza cuál era la casa que quería. Y la he conseguido. He hecho un negocio estupendo. Treinta habitaciones y unas cuatro hectáreas de parque. Te costará creerlo. No puedes imaginarte hasta qué extremos llega la pobreza en esta triste tierra mía. Las dependencias de servicio, los establos y las construcciones adyacentes no pueden ser más amplias y, aunque no lo creas, los salarios de diez personas de servicio nos cuestan lo mismo que lo que pagábamos por las dos que teníamos en la casa de San Francisco.

Las alfombras y muebles despachados por barco desde allí, más otros muebles, alfombras y cortinas, que me he procurado aquí, despiertan admiración y casi diría envidia. Además he comprado cuatro juegos de vajilla de la mejor porcelana y mucha cristalería, aparte de un juego completo de cubiertos de plata, que tiene extasiada a Elsa.

Y ya que hablamos de Elsa, te cuento algo gracioso. Estoy seguro de que te reirás conmigo. Le he comprado una cama inmensa. Es de un tamaño nunca visto, dos veces mayor que una cama de matrimonio corriente. Y tiene cuatro columnas de madera labrada. He tenido que encargar sábanas a medida porque ninguna de las que encontré hechas le sirven. Elsa no para de reírse y su anciana Grossmutter se asoma, sacude la cabeza y gruñe: "Nein, Martin, nein. Has querido hacerla así y ahora tendrás que ocuparte de que Elsa crezca para ajustarse a ella". "Ja", dice Elsa, "cinco niños más y daré la talla exacta".

Tenemos tres ponis para los niños (el pequeño Karl y Wolfgang todavía no tienen edad para montarlos). Y les hemos tomado un preceptor. El alemán que hablan es muy malo, lo mezclan demasiado con el inglés.

La familia de Elsa no lo pasa tan bien. Los hermanos son profesionales muy respetados, pero tienen que vivir juntos en la misma casa. Les parecemos americanos millonarios y, aunque todavía estemos lejos de serlo, nuestras entradas procedentes de Estados Unidos nos colocan aquí entre los ricos. La comida es muy cara y hay mucha inquietud política, incluso ahora con el presidente Hindenburg, un verdadero liberal a quien admiro mucho.

Los viejos conocidos me están apremiando para que me interese en la administración política de la ciudad. Lo estoy pensando. Convertirme en funcionario gubernamental me beneficiaría en el ámbito local.

En cuanto a ti, mi buen Max, es verdad que te hemos dejado solo pero, no por eso, debes convertirte en un misántropo. Consíguete de una buena vez una esposa bonita, bajita y regordeta, que se afane por cuidarte y te alimente para que no pierdas el buen humor. Ese es mi consejo, un buen consejo aunque sonría mientras lo escribo.

Me hablas de Griselle. ¡de modo que la deliciosa Griselle está teniendo éxito! Me alegro tanto como tú, pero no puedo dejar de lamentar que una muchacha tenga que abrirse paso sola. Cualquier hombre puede darse cuenta de que estaba hecha para vivir adorada, rodeada de lujos, dándose buena vida, que es lo que permite desarrollar sin trabas la sensibilidad. Un alma valiente y tierna, con un aquél de voluntad férrea y de osadía. Es una mujer que no hace ni da nada a la ligera. ¡Ay, querido Max, como de costumbre me estoy traicionando! Pero, aunque nunca dijiste una palabra durante nuestra tormentosa relación sabes que, para mí, la decisión no fue fácil. Nunca me reprochaste nada -a mí, tu amigo-, mientras veías sufrir a tu hermana. Siempre sentí que sabías que yo también sufría... más que ella. ¿Qué podia hacer? Estaban Elsa y mis pequeños hijos. No podía tomar más que una decisión. Por Griselle siempre sentiré ternura, incluso cuando haya encontrado a un hombre mucho más joven, sea marido o amante. La vieja herida está curada pero, a veces, la cicatriz produce punzadas de dolor, amigo mío.

Quiero que le des nuestra dirección. Estamos tan cerca de Viena... Le convendrá saber que tiene aquí una casa a su disposición. Elsa no sabe nada de lo que hubo entre nosotros y ya puedes imaginarte que recibiría a tu hermana con el mismo entusiasmo que a ti. Sí, tienes que decirle que estamos aquí y urgirle a ponerse en contacto con nosotros lo antes posibles. Felicítala de nuestra parte de todo corazón por sus éxitos.

Elsa te manda cariños y Heinrich le dice "¿Qué tal?" al tío Max. No te olvidamos, Maxel.

Un fuerte abrazo,

MARTIN

jueves, 27 de noviembre de 2008

"PARADERO DESCONOCIDO", DE KRESSMAN TAYLOR

1

SCHULSE - EISENSTEIN GALLERIES
SAN FRANCISCO, CALIFORNIA, EE UU
12 de noviembre de 1932

Herrn Martin Schulse
Schloss Rantzenburg
Múncih, Alemania

Querido Martin:

¡De vuelta en Alemania! ¡Cómo te envidio! Aunque no la he visto desde que era un niño de escuela, escribir Unter den Linden todavía me conmueve... La amplitud de horizontes de la libertad intelectual, las discusiones, la música, el desenfado de la camaradería. Y ahora el viejo espíritu aristócrata, la arrogancia prusiana y el militarismo han desaparecido. Llegas a una Alemania democrática, a una tierra profundamente culta, donde la preciosa libertad política está en sus comienzos. Será una vida maravillosa. Tu nueva dirección no puede ser más sugestiva. me alegro de que la travesía haya sido tan agradable para Elsa y los pequeños.

En cuanto a mí, no puedo decir que esté tan feliz, La mañana del domingo me encuentra hecho un solterón sin objetivo alguno. Mi hogar de los domingos se ha trasladado a través de los anchos mares. ¡Aquel antiguo caserón en la colina... tu bienvenida diciéndome que el día no llegaba del todo hasta que estábamos otra vez juntos! Y nuestra querida y jovial Elsa, que salía radiante a recibirme, me cogía la mano, gritaba "¡Max, Max!" y me empujaba adentro para abrir mi Schnapps favorito. Y también la preciosidad de los chiquillos, sobre todo tu guapísimo pequeñín Heinrich. Será un hombre hecho y derecho antes de que vuelva a ponerle los ojos encima.

Y la comida... ¿Habrá esperanzas de que vuelva a comer como comía? Ahora voy a un restaurante y, por encima de mi desolado roast beef veo borbotear el gebackner Schinken en su salsa burgundesa, el Spätzle, ¡ah, el Spätzle y Spargel! No, nunca me resignaré a mi dieta norteamericana. Y los vinos, deslizados con tanto cuidado a tierra de los barcos alemanes, y las promesas que nos hacíamos, cuando los vasos rebosaban por cuarta, quinta y sexta vez.

Desde luego hiciste bien en irte. Nunca llegaste a convertirte en un norteamericano, a pesar de tus éxitos aquí. Y ahora que el negocio está tan bien consolidado, tenías que llevarte a tus fornidos críos alemanes para que se educaran en su país. Elsa ha echado de menos a su familia a lo largo de muchos años y a todos ellos también les gustará verte. El joven artista pobretón se ha convertido en el benefactor de la familia y eso significará para ti motivo de satisfacción.

El megocio sigue marchando bien. La señora Levine ha comprado el Picasso pequeño al precio que le habíamos pedido - me felicito por haberlo conseguido - y a la vieja señora Fleshman le hace tilín la horrenda Madonna. Nadie se molesta nunca en decirle que alguna de sus piezas sea mala porque todo lo que tiene es malo. Yo no tengo tu refinado tacto para venderle cualquier cosa a las viejas matronas judías. Puedo convencerlas de que están haciendo una excelente inversión pero, ante una obra de arte, sólo tú tenías ese refinado enfoque espiritual que las desarmaba. Además, probablemente, nunca se fían del todo de otro judío.

Ayer recibí carta de Griselle. Parece contentísima. Me dice que está a punto de conseguir que pueda sentirme orgulloso de mi hermanita. Es la actriz principal de una obra recién estrenada en Viena y las críticas han sido excelentes... Sus descorazonadoras experiencias en compañías de poca monta empiezan a dar fruto. Pobre muchacha, su vida no ha sido nada fácil, pero nunca se ha quejado. Tiene un espíritu refinado, es bonita y espero que, además tenga talento. Pregunta por ti, Martin, con mucho cariño. No guarda resentimientos porque los resentimientos se olvidan enseguida cuando se es tan joven como ella. En pocos años no quedará más que el recuerdo de la herida y, desde luego, ninguno de los dos sois culpables de nada. Esas cosas son como tormentas pasajeras. Por un momento te sientes calado hasta los huesos, herido por el rayo, indefenso. Pero luego sale el sol y, aunque nunca olvides del todo, sólo queda la ternura. El dolor ha desaparecido. debes tomarlo como lo he tomado yo. No le he dicho a Griselle que estás en Europa pero, si te parece bien, tal vez lo haga porque no hace amigos con facilidad y sé que le gustaría sentir que algunos no están lejos.

¡Ya hace catorce años que acabó la guerra! ¿Te has dado cuenta de la fecha? ¡Qué camino más largo hemos recorrido como personas desde aquella derrota! Una vez más, querido Martin, te abrazo con toda el alma y mando mis más cariñosos recuerdos para Elsa y los niños.

Tu siempre fiel,

MAX

miércoles, 5 de noviembre de 2008

COMO CONQUISTAR A ANNE BUYDENS

1953. Kirk comienza el rodaje de Act of Love, de Anatole Litvak:

...traté de encontrar a alguien para que se ocupara de mis relaciones públicas y que al mismo tiempo fuese mi asistente general. Todos decían: "Es una pena que no esté aquí Anne Buydens. Es la más indicada para este trabajo". Pero la tal Buydens estaba en Estados Unidos. Tola había querido contratarla para Act of Love, pero tuvo la oportunidad de ir a Estados Unidos para el estreno de Moulin Rouge. Había trabajado como asistente de John Huston cuando rodaron la película en París. Adoraba Estados Unidos y aprovechó la oportunidad.

Cuando Anne Buydens volvió, Shim -fotógrafo de vistas fijas y socio de Bob Capa- concertó una entrevista. Tiempo después Anne me contó que Shim le había dicho: "Permíteme que te meta en la leonera". Entré en mi camerino y la vi: traje azul con cuello blanco, muñecas y tobillos muy delicados, que los franceses llaman les attaches très fines, y que son un símbolo de belleza en una mujer. Aplomada, de porte elegante, me pareció imponente. Conversamos un rato. Ella hablaba inglés con acento. También se expresaba correctamente en alemán e italiano. Le dije lo que necesitaba. Muy amablemente respondió que no creía que el puesto fuese adecuado para ella, pero podía sugerirme otros nombres. Me disgustó. Yo era una estrella del cine norteamericano que estaba haciendo una película en París. Suponía que ella tenía que estar deseosa de conseguir ese trabajo. Pero aparentemente no era así. La acompañe a su coche y le dije:

-Au revoir.

Esa noche, solo en mi apartamento, no podía dejar de pensar en esa chica que me había rechazado. Claude Terrail, propietario del Tour d'Argent, me había invitado a cenar a un restaurante exclusivo que daba a Nôtre Dame. Llamé a Anne y al hablar bajé mi tono de voz.

- ¿Qué haces esta noche?
- Nada.
- Se me ha ocurrido que podrías reunirte con nosotros a comer algo. Iremos cinco o seis a cenar al Tour d'Argent.

Afablemente, replicó:
- No, gracias, me prepararé un par de huevos en casa.

Colgué y pensé: "Que se vaya al cuerno. Rechaza mi oferta de trabajar para mí, rechaza mi oferta de cenar conmigo. Que se vaya a la mierda".

La película ocupaba casi todo mi tiempo. Tenía que trabajar duro para mantener el ritmo de los demás en francés. Pero no podía quitarme a Anne de la cabeza. Me tragué el orgullo y volví a pedirle que me ayudara. Por fin accedió a trabajar conmigo provisionalmente.

Fue una victoria. era una mujer sumamente capaz y eficiente, muy servicial, y se llevaba muy bien con todos. Proseguí con la que, según creía, era mi sutil estrategia para seducirla. Pero todas mis tentativas fallaron. Por último, pensé: oye, no puedes ganarlas todas. Olvídala. Es una chica grandiosa. O rompes del todo la relación, o déjala hacer su trabajo. Y la verdad es que quería que siguiera trabajando para mí.

En cuanto dejé de perseguir a Anne, mi comportamiento cambió. Me interesé auténticamente por ella, le pregunté por sus cosas. Cauta al principio, empezó a abrirse gradualmente. Como Sheherezade, desenmarañaba un ovillo de historias tras otro. Y como el sultán, yo escuchaba hechizado.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 165-166.




En 1954, Kirk Douglas y Anne Buydens contrajeron matrimonio.

martes, 4 de noviembre de 2008

UN HIJO DE PUTA CON TALENTO


Si, como dice la gente, el Oscar es un concurso de popularidad, nunca fui un tipo popular. Siempre me asombro cuando oigo decir que alguien piensa que soy un hijo de puta. Después de Champion, Hedda Hopper dijo: "Ahora que tienes un exitazo, te has convertido en un auténtico hijo de puta". Mi respuesta fue: "Te equivocas, Hedda. Siempre he sido un hijo de puta. Pero nunca lo notaste antes". Lo que más me sorprende es que cuando alguien dice que es muy difícil trabajar conmigo, que soy muy duro, el noventa por ciento de las veces se trata de alguien con quien nunca he trabajado, y que afirma habérselo oído decir a otra persona. No creo que Howard Hawks y Billy Wilder y Lewis Milestone y Joe Manckiewicz y Elia Kazan pensaran eso de mí. Creo que muchos hijos de puta sin talento piensan que soy un hijo de puta con talento.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Pág. 147.