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SCHULSE - EISENSTEIN GALLERIES
SAN FRANCISCO, CALIFORNIA, EE UU
21 de enero de 1933
Herrn Martin Schulse
Schloss Rantzenburg
Múnich, Alemania
Mi querido Martin:
Me alegró mucho poder mandarle tu dirección a Griselle. La tendrá enseguida en sus manos, si es que no la ha recibido ya. ¡Qué alegrón le dará encontrarse con todos vosotros! Estaré allí en espíritu con tanto regocijo como si os viera en persona.
Hablas de la pobreza que has encontrado allí. Este invierno aquí la situación ha sido mala pero, desde luego, no hemos conocido las privaciones que tú has visto en Alemania.
Tú y yo personalmente tenemos la suerte de que la galería siga marchando bien. Por supuesto nuestra clientela ha reducido sus compras pero, aunque compren la mitad de lo que compraban antes, podremos vivir con desahogo, sin despilfarrar pero muy cómodamente. Los óleos que mandaste son excelentes y los precios asombrosos. Los venderé enseguida con una ganancia de miedo. ¡Y por fin he despachado a la espantosa Madonna! Sí, a la vieja señora Fleshman. ¡Cómo balbuceé ante su suspicacia cuando estimaba los méritos de la pieza, mientras yo titubeaba qué precio ponerle! Sospechó que tenía otro interesado y le di una cifra descarada. Se abalanzó sobre la Madonna y sonrió maliciosamente al hacer el cheque. ¡Sólo tú puedes imaginar hasta qué punto estaba yo exultante cuando la vi desaparecer con ese horror a cuestas!
¡Ay, Martin! ¡A veces me avergüenzo de mí mismo por el placer que me producen estos insignificantes éxitos! Tú en Alemania con tu casa de campo, haciendo alarde de riqueza ante los parientes de Elsa y yo, aquí en América, regodeándome por haberle jugado a una vieja ridícula la mala pasada de hacerle comprar una monstruosidad. ¡Bonito placer para dos hombres de cuarenta años! ¿En eso nos pasamos la vida? ¿Tramando intrigas para hacer dinero y luego pavonearnos en público? Vivo censurándome, pero sigo igual. ¡Ay!, todos estamos atados a la misma noria. Somos vanos y deshonestos porque es necesario pasar por encima de quienes también son vanos y deshonestos. Si no le vendo a la señora Fleshman nuestro adefesio, alguien le habría vendido otro peor. Las cosas son como son.
Pero siempre hay un refugio donde encontrar algo que sea auténtico. La charla íntima con un amigo ante quien nos despojamos de nuestra estúpida fatuidad, en quien encontramos calor y comprensión, con quien el egoísmo mezquino es impensable. Un refugio donde el vino y los libros le dan a la vida un significado distinto. Ahí hemos fabricado algo, que la doblez no puede tocar. En ese refugio estamos a nuestras anchas.
¿Quién es ese tal Adolfo Hitler, que parece estar haciéndose con el poder en Alemania? No me gustan las cosas que leo de él.
Abraza a toda la joven tribu y a nuestra entusiasta Elsa.
Tu siempre amigo,
MAX