viernes, 31 de octubre de 2008

MARLENE DIETRICH



Kirk ha tenido una discusión con su ex-mujer, la actriz Diana Dill. El quería poner una casa a nombre de sus hijos, pero ella insistía en que la pusiera a su nombre. Estaba a punto de tomar un vuelo que lo llevaría a Europa por vez primera, para rodar Ulises.

- Pero Diana, ¿por qué te opones a que los chicos sean dueños de la casa? Es indudable que nunca te van a echar. Y algún día se van a encontrar con una propiedad de gran valor.

Repentinamente Diana evidenció un aspecto irracional que no le conocía.

- Las cosas no ocurrieron así entre mi madfe y mi padre.
- Diana, nosotros no estamos casados. Estamos divorciados. Supón que te casas con un hombre que de pronto se encuentra en graves aprietos financieros y te pide que la vendas. Los chicos se verían privados de una casa que yo quiero que sea suya.

Diana se mostró irreductible. Consideraba que debía estar a su nombre y mis argumentos no la convencieron. Otro sueño hecho trizas. La casa que entonces quise comprar por noventa mil dólares hoy valdría millones.

Volví al Sherry Netherland Hotel para hacer las maletas. Mientras esperaba la limusina que me llevaría al aeropuerto, estaba deprimido. Me encaminaba hacia algo que tendría que haber sentido como una gran aventura. Ir a Europa para ver a Pier y el Viejo Mundo tendría que haberme llenado de alegría. En cambio, sentía desasosiego., Me esforcé por pensar en alguien a quien pudiera llamar para despedirme. ¡Marlene Dietrich! Marqué su número.

- ¿Dónde estás? -me preguntó.
- Aquí, en New York. A punto de salir en mi primer viaje a Europa.
- ¿Cuándo?
- En cualquier momento, estoy esperando la limusina.

Como si hubiese adivinado lo que yo necesitaba, me preguntó:

- ¿Quién te lleva al aeropuerto?
- Nadie, sólo el chófer de la limusina.
- ¡Voy para allá!
- Marlene, tengo las maletas listas.
- Querido, nadie debe viajar por primera vez a Europa sin que alguien lo despida - colgó.



Marlene y la limusina llegaron simultáneamente cinco minutos después. Fue conmigo al aeropuerto y se las arregló para meterse conmigo en el avión y hacerme compañía hasta el despegue. Me alegró que lo hiciera: el vuelo se demoró una hora. Conversamos. Me dio una medalla de oro de san Cristóbal, con sus iniciales en el reverso. Su gesto de incomparable bondad significó mucho para mí. Aún conservo la medalla.


Más adelante, Kirk cuenta cómo, estando en París, quiso hablar con Marlene Dietrich. Esta ya estaba retirada, y vivía en un aislamiento casi completo. Casi ciega, no veía a nadie, pero atendió a la llamada de Kirk. Hablaron cariñosamente, y Kirk volvió a sentirse acogido, querido, como aquella vez en Nueva York, antes de partir a Europa.

KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 149-150.

BILLY WILDER, RAOUL WALSH, HOWARD HAWKS


BILLY WILDER

Disfruté trabajando con Billy Wilder. Es un director brillante, un escritor lúcido y un prolífico narrador de anécdotas. Siempre contaba cosas sorprendentes. En broma, solía decir verdades como puños. Uno de sus cuentos se refería a la elección del elenco de The Defiant Ones ("Fugitivos"), una película en que un negro y un blanco (finalmente los papeles fueron interpretados por Sidney Poitier y Toni Curtis) van esposados. Billy hace el siguiente relato:

- Primero fueron a ver a Marlon Brando para pedirle que actuara en la película. Marlon dijo: "Sí, acepto, pero quiero intepretar al negro". Luego abordaron a Robert Mitchum, que respondió: "Demonios, no pienso trabajar en ninguna película con ningún negro". Por último fueron a ver a Kirk Douglas para pedirle que actuara en el filme. Douglas dijo: "Sí, participaré. Pero quiero interpretar ambos papeles".

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RAOUL WALSH

No me gustó nada la siguiente película que filmé para Warner Brothers, Along the Great Divide ("Camino de la horca"). Sólo lo hice para quitarme de encima la cinta anual a que me obligaba mi contrato, y después quedar libre. Rodamos en el desierto de Mojave y en la región de High Sierra, alrededor de Lone Pine, California, tan querida por el director Raoul Walsh. Era una zona desolada, aislada, donde por un lado la sierra se elevaba más de cuatro mil metros, y por el otro aparecían los montes Panamint y el valle de la Muerte. Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Estados Unidos construyó en las cercanías un campo de prsisioneros para ciudadanos japoneses-norteamericanos: Manzanar.

Walsh era un hombre brutal. Llevaba un parche en un ojo. Había perdido el ojo una noche, en Utah, cuando el coche en que iba, conducido por un mormón borracho, se salió del camino. Una enorme liebre, encandilada por los faros, había saltado a través del parabrisas.

Los críticos suelen decir que las películas de Raoul Walsh tienen mucho ritmo. Y lo tienen porque él siempre se da prisa para terminarlas. Después de gritarle "¡Acción!" al cámara, se volvía y se ponía a liar un cigarrillo. No miraba la escena. Sacaba el papel, lo llenaba de tabaco, arrollaba, lamía y lo encendía. A continuación decía: "O.K. Corten"

Un día que chupaba su cigarrillo recién liado, apareció corriendo la secretaria de rodaje.

- ¡Mr Walsh, se han saltado media página de diálogo!

El la miró por el rabillo de su único ojo.

- ¿Conserva el sentido? - evidentemente, tampoco escuchaba.
- Tiene sentido, pero... - dijo la secretaria.
- O.K. La toma siguiente - era esa cualidad la que proporcionaba mcuho ritmo a sus filmes.

A Walsh le encantaba la violencia. Un día me repugnó ver cómo se excitaba casi hasta el orgasmo viendo una toma peligrosa en la que un especialista estuvo a punto de morir. Percibí su placer sexual mientras observaba cómo el especialista estaba a punto de ser pateado en la cabeza cuando salía corriendo de un establo lleno de caballos que coceaban.

En aquel plató se solía abusar de los animales. En una escena, una caminata a través del desierto, un caballo muere de agotamiento. Al pobre caballo le inyectaron diversas drogas. No murió, pero quedó dopado. En aquel entonces se tomaban muchas libertades con los animales.


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HOWARD HAWKS. En la segunda foto, acompañado de Humphrey Bogart, Walter Brennan y Dolores Moran, durante el rodaje de Tener y No tener


Hawks trabajaba a un ritmo pausado. Comenzaba a rodar por la mañana, y si la escena no le convencía, no tenía inconveniente alguno en hacer salir a toda la compañía. Les decían que salieran a tomar un café, se sentaba con un bloc amarillo y un lápiz, y decía:

- Bien, ahora veamos, Kirk. Supongamos que dijeras...

Y elaborábamos toda la escena que filmaríamos por la tarde. Hoy en día, con la importancia que tienen los costos, no podrías hacer eso, ni tampoco pienso que sea la mejor forma de hacer una película. El rodaje propiamente dicho tendría que ocupar un tiempo mínimo. La preparación debería llevar más, y la posproducción más aún.



KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 134-135, 137 y 145.

jueves, 30 de octubre de 2008

ELLOS E ISSUR, ISSUR Y KIRK

Diana volvió a California el Día de Acción de Gracias y hablamos... de nuestra romántica boda bajo los sables cruzados, de cuando vivíamos en los edificios de Pontalba de New Orleans, tomando rosquillas y café, de la época que ocupábamos el castillo desierto en lo alto de la montaña. En nuestra vida compartida había muchos momentos dulces. Pero ahora era obvio para los dos que aquello había terminado. ¿Por qué se divorcia la gente? ¿Por qué se casa la gente? ¿Qué es lo que anduvo mal? Busqué desesperadamente las respuestas.

Quizá Diana tenía razón: debía descubrir más cosas acerca de mí mismo. Decidí consultar a un psiquiatra. Había sido infiel. Diana lo sabía. Era muy fácil: la constante tentación de una chica guapa, un camerino, el contacto íntimo. A veces era irresistible, aunque no significara nada.

Suponía que el psiquiatra y yo hablaríamos de todos mis problemas en una semana y media y con eso pondríamos fin a las consultas. A fin de cuentas, en esa época todavía creía que había vivido una infancia muy feliz... Aunque éramos pobres, formábamos una gran familia dichosa. Pero cuando Kirk Douglas se tendió en el diván del psiquiatra, repentinamente se sintió como Issur durmiendo a solas en la sala. Le sorprendió descubrir que en realidad su niñez había sido desdichada. Se echó a llorar. Era doloroso tratar de enfrentarse a Issur, que seguía oculto tras el cubo de basura. Todavía me daba miedo mirarle a los ojos. Necesitaba llorar por todas las cosas que no había tenido la fortaleza de llorar, debía aceptar las tragedias de mi infancia, por ejemplo la muerte de mi perro Tiger. Brotaron todos los años de odio y resentimiento enterrados por Issur, fluyendo como lava. Casi todo iba dirigido contra un anónimo "ellos"... "ellos", que parecían dominar todas las cosas. Será mejor que actúes bien en las películas, porque si a "ellos" no les gustas, no tendrás la menor posibilidad. En mi mente, "ellos" eran las gentes de Amsterdam (NY) que se habían mostrado tan condescendientes. "Oh, sí, los pobres Demsky. Una familia maravillosa. Todos muy amables. Es una pena". Por supuesto, "ellos" sólo dijeron eso en tanto los Demsky estuvieron hundidos y "ellos" se sentían seguros y fuertes sabiendo que otros eran débiles. Ahora mucha gente de Amsterdam pretende habernos ayudado, habernos dado alimentos, habernos invitado a comer. Si toda esa gente hubiese hecho realmente lo que dice, habríamos comido seis veces por día y vivido como reyes.

Cinco años después dejé de visitar al psiquiatra. Aprendí: 1) Todos tienen problemas, algunos más graves y otros menos graves. Lo que pasa es que algunos los manejan mejor que otros. 2) Nunca te diplomas en tu psicoanálisis. 3) Mi médico estaba más jodido que yo.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Pág. 116.

CÓMO PIENSA EL ACTOR

De vez en cuando, durante el segundo curso, en alguna obra, hasta yo mismo comprendía que en un momento dado había acertado en el blanco, algo con lo que rara vez tropieza un actor. Es como si tuvieras dos cerebros, dos personalidades diferentes, en la que una observa a la otra. La que interpreta el papel está totalmente inmersa en el personaje, con todos sus sentimientos, mientras que la otra observa y la guía. De manera peculiar, me recordó el día en que me quitaron las amígdalas y en mi pesadilla era dos chicos, uno de los cuales miraba al pequeño Issur escondido tras el cubo de basura.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Pág. 70.

martes, 28 de octubre de 2008

2º MOVIMIENTO DE LA SINFONÍA INACABADA DE SCHUBERT

Me hice amigo de un profesor de economía muy correcto, esbelto y caballeroso, con ligero acento sureño, que siempre se ponía de pie cuando entraba un hombre o una mujer donde él estaba. Nunca fui alumno suyo, pero a menudo hablábamos de música en su habitación de la residencia. Recuerdo que me hizo ver que una de las piezas musicales más grandiosas es el segundo movimiento de la Sinfonía incompleta de Schubert. Con él disfrutaba escuchando música y aprendiendo.



El profesor hacía un viaje todos los años. El verano anterior había llevado a Europa a un estudiante de la universidad. Ojalá hubiese sido yo. Deseaba intensamente viajar. Me prometió llevarme de excursión a México el verano siguiente y cumplió su palabra.

Fue un viaje fantástico. Cruzamos en coche Estados Unidos en dirección a México. Todo era nuevo y exótico para mí, todo me deslumbraba. Me sorprendieron el calor y la humedad de Washington. El mero hecho de recorrer la ciudad me entusiasmó; vi el monumento a Washington, el que conmemoraba a Lincoln y el Capitolio por vez primera... visiones que aún hoy me estremecen. Rumbo al sur, rebosé de alegría la primera vez que vi un algodonal. Le pedí que parara el coche. Me apeé corriendo y contemplé los algodonales, recogí trozos de algodón y pensé en todas las canciones que recordaba: I'm Alabamy Bound, Mammy, Ol' Man River y Carry Me Back to Old Virginy. Todo me emocionaba.

Al pasar por un terraplén alto, me dijo:

-Ese es el Mississippi.
-¡Para el coche! -me precipité terraplén arriba conteniendo el aliento, para ver al poderoso Mississippi que dividía en dos a Estados Unidos. Me decepcionó la vista de un río estrecho y de aguas calmas. En algunos sitios el Mississippi es muy ancho, pero yo había escogido un punto en el que no era tan poderoso.

Después, lo más extraordinario de todo: salir del país cerca de Laredo, Texas, y entrar en México. Yo llevaba un repertorio de expresiones españolas y en Monterrey, como no sabíamos cuál era el camino a Ciudad de México, le dije:

-No, no. déjame a mí.

Divisé a un hombre, pasé deprisa las páginas del libro y le pregunté:

-¿Dónde está el camino a México?*

El hombre me miró y en perfecto inglés respondió:

-Todo recto y luego gira a la izquierda.

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Por fin llegamos a Ciudad de México, muy cansados nos dirigimos a nuestro hotel. Normalmente ocupábamos una habitación con camas gemelas. Allí nos adjudicaron una sola cama grande.

-Descansemos un rato -dijo el profesor. Nos echamos en la cama. Se volvió hacia mí y agregó-: Abracémonos.

Salté de la cama. No sabía cómo manejar la situación. Para mí la homosexualidad era algo desconocido, algo vago de lo que sólo había oído hablar. Quizá tendría que haber reído o bromeado para salir del mal paso, pero con su insinuación me había sacado de mis casillas. el pobre hombre, tan tímido, se perturbó terriblemente. El resto del viaje perdió su sabor.


* En español en el original.

KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 49-50.

¡¡TE ESTA FOLLANDO UN JUDIO!!

Yo hacía de botones, el único del hotel. Tenía bastante trajín. Invariablemente, el último peldaño antes de terminar el servicio nocturno consistía en llevar hielo a la habitación de alguna de lase señoras alojadas... alguien que no había encontrado un idilio a orillas de Lake George y estaba dispuesta a encontrarlo con un botones, a puerta cerrada.

A medida que culminaba la temporada, la propietaria fue interesándose más por mí. Yo había tratado de mantener las distancias. La noche anterior al cierre del hotel, mi patrona fue más atenta que nunca. Sugirió que tomáramos una copa de despedida en su habitación. Mientras subía las escaleras tuve plena conciencia del final de temporada que ella había planificado. Habló de mi vuelta el verano siguiente. Pensé en todas las cosas que le había oído decir: "Hitler tiene razón, hay que destruir a los judíos", "Jamás un judío pisará este hotel". después de unos tragos, terminamos en la cama. Es extraño lo afrodisíaco que puede ser el odio. Mi aborrecimiento se convirtió en una tremenda erección y empujé mi pene en su interior. Ella estaba húmeda y preparada para recibirme, sumamente apasionada en sus gemidos y quejidos. Me cercioré de que a pesar de tantos sonidos me oyera con toda claridad cuando le dije al oído:

- En tu interior hay una picha judía circuncidada. ¿Piensas que te contaminarás? ¿Que morirás contagiada? Soy judío. ¡Te está follando un judío! -eyaculé. Ella no pronunció palabra; respirada pesadamente y seguía tumbada cuando salí de la habitación.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Pág. 40.

lunes, 27 de octubre de 2008

KIRK... ES JUDIO

Me he casado dos veces, ambas con una shiksa, una no judía. Criamos a los hijos de manera que escogieran su propia religión. Pero una vez por año, en Yom Kippur, el día de la expiaión, vuelvo a los inicios de mi educación. Es el gran día. Entonces se escribe -y determina- en el Gran Libro quién vivirá y quién morirá, quién por el fuego y quién por el agua. Quizá no vaya a la sinagoga tanto como debería hacerlo un buen judío, pero ese día sé, en lo más profundo de mi ser, que estoy vinculado a quienes escaparon de la esclavitud en Egipto, y que los que hoy intentan transformar Israel en una tierra de leche y miel, son mis hermanos. Oigo el lamento de "Kol Nidre", incluso cuando voy montado a caballo al lado de Burt Lancaster, y oigo soplar el shofar en medio de una escena amorosa con Faye Dunaway. Y ayuno. Sí, soy judío. Y esa sensación perdura el resto del año, hasta el siguiente Yom Kippur.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Pág. 37.

HOLLYWOOD A VISTA DE KIRK...

Beverly Hills es un lugar hermoso. Cada vez que vuelvo me impresiona su verdor. Las palmeras se alzan hacia las nubes. Casas preciosas a ambos lados de la calle. Parterres perfectamente cuidados, árboles exuberantes, flores exóticas.

La más exótica y ostentosa es la del jacarandá. Mediando mayo, el jacarandá regala al mundo unas punzantes flores purpúreas en forma de campana. Dos semanas después, cuatro como máximo, los pétalos salpican aceras y calzadas como gotas de lluvia de color violeta. La flor del jacarandá es ideal para Hollywood: se ve espectacular, pero sólo dura el tiempo suficiente para tomar una instantánea.

Sigues hacia el norte y curzas Sunset; las casas son más amplias. LOs muros más altos. Las puertas más fuertes, controladas por monitores, guardianes, perros. Para proteger a los que "alcanzaron el éxito" en Hollywood. Gente de orígenes humildes, llegada de pequeñas poblaciones del sur y del este, del Bronx, del interior del estado de Nueva York. Gente que ha sido catapultada a un estilo de vida que supera sus sueños más delirantes. No hay escuela que te enseñe a arreglártelas con este tipo de éxito.

En esas casas, los ejecutivos se levantan temprano por la mañana, hacen jogging un rato, corren al estudio en el Rolls o en el Jaguar, con la esperanza de dar en el blanco, de encontrar la película mágica que dé cien millones de dólares brutos. Si tienen suerte, la encuentran. Ello les permite mantener su estilo de vida mientras luchan unos años más, antes de que los golpee la tensión... el ataque cardíaco, la embolia, el SIDA. La tasa de mortalidad de los ejecutivos de estudios es, aproximadamente, la misma que la de los subtenientes de Vietnam.

En esas casas viven bellas estrellas de cine que comienzan a perder su belleza. Tienen problemas de obesidad. Los trabajos no llegan tan rápido como los kilos. Se están volviendo inseguras, beben más. Pero nunca lo dirías viendo las buganvillas, las azaleas y gardenias que florecen bajo el brillante sol de California en el jardín delantero.

En esas casas viven actores jóvenes que jamás imaginaron que tendrían semejantes casazas, con Jacuzzi, terraplenes de césped, pista de tenis. Van a los estudios desbordantes de esperanza y adulación. Y quizá la dosis de cocaína que, creen, les dará el margen necesario para enfrentarse a la constante competencia... hasta que empiezan a fagocitarles los ingresos y las narices. Pero la casa aparece fabulosa ante los ojos de los turistas, con sus narices apretadas contra la ventanilla del autocar, tratando de vislumbrar a sus diosas olímpicos.

Y en esas casas, en medio de agitadas tensiones e inseguridades, se intenta desesperadamente alcanzar la normalidad. Los hijos nacen en un entorno muy distinto a aquel en el que se criaron sus padres. Las madres se turnan para llevar a los niños en rancheras Mercedes a las mejores escuelas. La del barrio y la Beverly Hills High no son lo bastante buenas. No. Sus hijos tienen que ir a la Thomas Dye School, donde la tía Catherine cuida a sus polluelos. Después los varones han de asistir a la carísima Harvard School y las niñas a la elegante Westlake. Sin embargo, sus padres alcanzaron el éxito yendo a escuelas públicas.

En ese entorno, los chicos no gozan de buena salud psicológica. Saciados de mimos, viendo estrellas y cochazos que van y vienen, depositando a otras estrellas y directores famosos a la hora de la cena, viven infancias desdichadas.

Los psiquiatras infantiles tienen un negocio próspero. Padres en coches lujosos someten a tratamiento a sus vástagos, para ayudarles a superar... ¿qué? ¿La tensión que sienten en el hogar entre sus padres? Muchísimas familias se rompen. Los matrimonios se separan. Los hijos se ven divididos entre dos hogares.

La hija de una personalidad de la televisión salta por la ventana. El hijo de una estrella de cine se pega un tiro. El hijo de otra se inyecta una sobredosis y muere ahogado. El hijo de un gran productor salta por la ventana. Las chicas abortan. Jóvenes de ambos sexos son arrestados por conducir borrachos. ¿Por qué? El resto del mundo tiene la impresión de que a esos chicos no les ha faltado nada.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 369-370.

lunes, 20 de octubre de 2008

EL HIJO DEL TRAPERO (fragmento VI)

- Es indudable que no tienes fibra de universitario -me dijo la profesora de francés.

Sus palabras me hicieron sentir fatal. Quizá le molestaba que fuese el preferido de otra profesora, la alta y patricia Mrs. Louise Livingston, graduada en el Mount Holyoke College, miembro de la Asociación de Hijas de la Revolución Americana, jefa del departamento de literatura inglesa, viuda y con un hijo cinco años mayor que yo. Ella cambió mi vida. Me introdujo en el mundo de la poesía: Byron, Keats, Shelley. Se convirtió en mi confesora y prestó atención a todos mis sueños, que yo no me atrevía a contar a nadie más. Me habrían expulsado del East End si alguna vez hubiese admitido que me gustaba la poesía o hubiera dicho en voz alta que quería ser un gran actor.

- Para ser un gran actor -decía Mrs. Livingston-, has de ser una gran persona. Debes cultivarte. Tienes que prepararte.

Gracias a ella, pedí los catálogos de la universidad y de la escuela de arte dramático, y ahorré hasta el último centavo para llegar allí.

Casi todos los estudiantes -yo incluido- temían a Mrs Livingston. La conocí cuando otra profesora me envió a su despacho a que tomara una medida disciplinaria porque no había entregado un informe sobre David Copperfield. Había leído el libro, pero no hice el informe. Mrs Livingston me interrogó a fondo, y se impresionó por mi comprensión y retentiva. No obstante, me bajó la nota por haberme retrasado en el informe.

Se mostraba indiferente cuando entraba en el aula. Nunca levantaba su voz bien modulada. Sólo mostraba emoción cuando leía poesía.

Dios sabe que mejor sería
Ser enterrado
En sedas y auroras fragantes,
Donde el amor palpita
En sueños beatíficos
Latido junto a latido
Aliento junto a aliento
.

Experimentaba una extraña sensación al oírle leer estos versos y la contemplaba con reverencia. Entonces compuse mi primer poema y lo recité en clase, con gran sentimiento;

LA NAVE ABANDONADA
de Izzy Demsky

Por encima de mí han ondeado muchas banderas
Pero ahora mis velas son jirones
Mi proa es blanca por los remolinos de espuma
De los muchos mares que surco.
Pero ahora nada me queda
Vivo los días del pasado
.

Mrs. Livingston me consideraba una maravilla. Me estimulaba y me hacía quedar después de clase. eso me gustaba. Llegaba tarde al trabajo, pero me encantaba estar con ella. Nos sentábamos ante su escritorio, junto a la ventana, con vista al bello paisaje otoñal, bajo la luz que precede al crepúsculo. Le chispeaban los ojos mientras leía poema tras poema conmigo a su lado:

"¡Oh, estoy enamorada del chico del conserje/Y el chico del conserje me ama!

Alargó la mano bajo el escritorio y apretó la mía cerca de su muslo. Los colores de las hojas otoñales flotaban alrededor de mi cabeza. Abrigué la esperanza de que no oyera los audibles latidos de mi corazón. Y mi mano, tocando su muslo, estaba empapada en sudor. Pensé que no debía tocar su delgado vestido de seda. Intenté apartar la mano, lentamente, pero ella la retuvo con firmeza y prosiguió, como en un ensueño:

"Y me construirá una isla verde/Una isla verde en el mar"

Me fui, tarde para el trabajo, y mientras bajaba deprisa los peldaños de la escuela cubiertos de hojas, miré hacia atrás. estaba de pie frente a la ventana, observándome. ¡Formidable! ¡Yo debía ser el chico del conserje!

No veía la hora de verla entrar en clase. Todos los días nos hablábamos con las palabras de Keats, Byron, Shelley. Aún la oigo:

Belleza es verdad, verdadera belleza...
Eso es todo lo que sabes y todo lo que
Necesitas saber en esta tierra.


Me pedía que leyera; yo lo hacía, quizá con una excesiva emotividad.

Porque tú eres todo para mí, amor
Por quien mi alma se consumía...
Una isla verde en el mar, amor,
Un manantial y un altar,
Coronados con encantadoras frutas y flores
Y todas esas flores eran mías.


Una tarde me pidió que pasara por su casa para ayudarle a corregir unas pruebas. Vivía en la que entonces me pareció una estancia amplia, en el último piso de 34 Pearl Street, una vivienda convertida en casa de huéspedes. Compartía el cuarto de baño del pasillo con otras profesoras que también vivían allí.

Esa primera noche yo estaba sentado en la cama... y me besó. Sentí los labios tan calientes que pensé que se incendiarían. Me abrazó e intentó hacer otras cosas, pero yo estaba demasiado asustado, sólo era un torpe escolar de catorce años. Repetí varias veces "no, no, no". Nunca había hecho el amor. Conocía la masturbación, claro. Eso era fácil y lo hacías solo, en una habitación a oscuras, con tus fantasías. Pero aquello era real. Mucha piel blanca, un punto inmenso, oscuro, poblado de vello. Cargado de misterios. Me palpitaba el corazón y huí de la habitación sin penetrar en ningún misterio. No era muy tarde. Las calles estaban tranquilas y, bajo la luna de la cosecha, no paré de correr hasta llegar a casa.

Me enfurecí conmigo mismo. ¿Por qué no lo había hecho? Lo deseaba. ¿Por qué me había asustado? No me sirvieron de nada todas las palabras de los grandes poetas.

Estaba seguro de que no volvería a invitarme.

Pero lo hizo muchas veces y nuestra relación perduró durante la escuela secundaria, la universidad, New York y Hollywood, aunque nos fuimos viendo cada vez menos y las cartas escasearon a medida que nos hacíamos mayores y yo viajaba a diversos países para filmar. Colaboré en sus cuidados hasta que murió. Yo era su "chico del conserje"; me dejó un libro de poemas que había escrito y publicado, en el que cada página era un momento distinto de los años de nuestra amistad y amor.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 33-35.

EL HIJO DEL TRAPERO (fragmento V)

Es bastante duro ser judío, pero serlo en Amsterdam (NY) era muy duro. Allí había recordatorios constantes. Ningún judío trabajaba en las fábricas de alfombras. Ningún judío trabajaba en el periódico local. Ningún chico judío repartía el periódico. En todas las esquinas los chicos te pegaban. ¿Por qué? ¿Quién se lo enseñó? ¡Sus padres! Todos los días, después de clase, tenía que andar unas doce manzanas hasta la escuela hebrea. Debía dar rodeos, porque en una esquina sí y en otra también había una pandilla esperando al judiezuelo. Estaba la pandilla de Lark Street, la de John Street, la de Keline Street. Me arrojaban cosas, por lo que siempre trataba de dar la vuelta. A veces me cogían y me golpeaban. Nunca olvidaré la primera vez que un grupo de críos me atacó a puñetazos, gritando:

- ¡Tú mataste a Jesucristo!

Corrí a casa, sangrando por la nariz.

- Ma, ¿por qué me hicieron eso? Dicen que maté a Jesucristo. ¡Si ni siquiera sé quién es!

Una forma de vida terrible. Me sentía resentido, pero debía aceptarlo porque así eran las cosas. Recuerdo que mi madre siempre me decía, con tono sereno:

- Como judío, siempre tendrás que ser el doble de bueno para salir adelante en la vida.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 28-29.

EL HIJO DEL TRAPERO (fragmento IV)

Las historias de la Biblia me asustaban. Jehová me parecía un viejo cruel. Le tenía miedo y no me gustaba nada. Huelga decir que nunca compartí este pensamiento con nadie. La imagen de mi libro de la escuela dominical sigue vívida en mi mente. Abraham coge de un brazo a su hijo Isaac; con la otra mano empuña un cuchillo. Está amonestando al ángel, que intenta impedir que obedezca la voluntad de Dios: "Sacrifica a tu hijo Isaac como holocausto". Isaac tiene los ojos desorbitados de terror. El chiquillo se parecía mucho a mí. Tenía que llegar Dios para ayudar al ángel y tranquilizar a Abraham diciéndole que sólo se le estaba poniendo a prueba.

¿Cómo puede comportarse así un dios? ¿No crees que se está aprovechando de su posición? ¿No te parece que es cruel? ¿Usaría mi padre el cuchillo con el que hacía agujeros en las bolsas de trapo para cortarme el cuello si Dios se lo pidiera? ¡Me daba un miedo espantoso!

Tampoco me gustaba la forma en que Dios trataba a Moisés, que tenía un defecto de pronunciación y se veía obligado a hacer que su hermano Aarón hablara por él. No obstante, Dios insistía en que Moisés librara a los judíos de la esclavitud en Egipto, llevándolos a la tierra de la leche y la miel: Canaán, en Israel. Moisés tuvo que errar durante cuarenta años. Fue a la cima de la montaña y vio el rostro de Dios cuando recibió las dos tablas de piedra con los diez mandamientos. Al bajar para entregársela a su pueblo, vio que estaban adorando a un becerro de oro. Enfurecido, destrozó las tablas. Siempre he admirado la cólera de Moisés, que le volvió humano. Luego tuvo que volver a la montaña a buscar otro juego de mandamientos. ¿Y cuál fue la recompensa? Que le dijeran que no entraría en la Tierra Prometida. ¿Por qué? Porque había visto el rostro de Dios. ¡Es difícil simpatizar con alguien que actúa de esa manera!

EL HIJO DEL TRAPERO (fragmento III)

Recuerdo muy bien los viernes por la noche. Era el sabbat. Durante el día, mi madre trabajaba más que de costumbre, ordenándolo todo, limpiando la casa, amasando y dando forma a las barras de challah dulce, rematando la mayor parte de arriba con las manos apretadas esculpidas con masa, pintando todo con un barniz brillante de huevo. Preparaba sopa de pollo con nidos de fideos arrollados y cortados a mano, puestos a secar en sábanas limpias sobre las camas. A veces había pescado, una carpa enorme que se sacudía en la bañera hasta que mi madre la cocinaba. Pertenecer a una familia de judíos ortodoxos y preparar únicamente alimentos kosher significaba un trabajo enorme para una mujer. Las reses tenían que matarse de determinada manera y era necesario quitarles toda la sangre. Tenías que tener dos juegos de platos, uno para los productos cárnicos y otro para los lácteos, sólo para uso cotidiano. Había otros dos juegos que únicamente se utilizaban en Passover, la pascua judía.

El viernes por la noche mi madre encendía las velas. recuerdo muy bien los cuatro candelabros. Dos eran bastante pequeños, pero los otros dos tenían un aspecto sólido y antiguo; habían pertenecido a la madre de mi madre y quién sabe a cuántos más antes que a ella. Luego íbamos andando hasta la sinagoga ortodoxa cercana, en Grove y Liberty. Recuerdo que observaba a los ancianos judíos de larga barba rezando y cantando antiguas canciones hebreas. Siempre tuve la sensación de que Dios debía ser un hombre realmente viejo, con una gran barba, porque todos parecían estar en íntimo contacto con él, y a mí me parecía muy distante.

El sabbat era el único día en que Ma no estaba en constante movimiento, lavando, planchando, cocinando, limpiando. Los sábados se sentaba en una mecedora con su Biblia hebrea, lo único que leía aunque no entendía las palabras. Su rostro se iluminaba con una maravillosa sonrisa de serenidad.

¿Sabes cuánto tiempo pasas rezando si eres judío ortodoxo? Todas las mañanas me ataba las filacterias -amuletos que contenían pasajes bíblicos- a la frente y al antebrazo izquierdo, y oraba de quince a veinte minutos como mínimo. Eso si lo hacía rápido. Todos los días, después de clase, me abría paso ida y vuelta a la Hebrew School a través de las pandillas: otra hora y media. Todos los viernes por la noche iba a la sinagoga para darle la bienvenida al sabbat. Volvía a la sinagoga el sábado por la mañana, donde permanecía otras tres horas. Y los domingos por la mañana, la escuela dominical. Todo ello a la espera de recibir, a los trece años, la recompensa del bar Mitzvah.

Pero lo que a veces era una faena para mí debía de ser la gloria para Ma: poder sentarse tranquilamente y rezar sin reparos, sin que pasaran los cosacos y te mataran a porrazos. Pero por mucho que gozaran de libertad religiosa en Estados Unidos, a los judíos como mi madre jamás se les habría ocurrido imponerse a otros. Eso era lo que les habían hecho a ellos en Rusia. Todavía no entiendo que se obligue a alguien a rezar en las escuelas públicas. Si esa gente es tan religiosa, ¿por qué no dicen sus oraciones en casa, por la mañana, con su familia, dejando que las escuelas enseñen lo que se supone que deben enseñar?

KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 27-28.

EL HIJO DEL TRAPERO (fragmento II)

En una de las raras ocasiones en que mi padre comió con nosotros, todos estábamos sentados alrededor de la mesa, bebiendo té en vasos, al estilo ruso. Pa sostuvo el vaso de té caliente en la mano, mordió un terrón de azúcar y se tragó el té. Estaba malhumorado, grande, fuerte, callado, haciendo caso omiso de los demás. Cuanto más lo miraba, más débil me sentía, hasta que tuve la certeza de que moriría si no hacía algo. De repente me encontré cogiendo una cuchara y llenándola con té caliente de mi vaso. David frente a Goliat. Mis hermanas me miraron, conteniendo la respiración. Cogí la cuchara con mucho cuidado y la arrojé al otro lado de la mesa, a la cara de mi padre. Pa soltó el rugido de un león, alargó la mano y me aferró, me levantó de la silla y a través de una puerta me lanzó a la habitación contigua. Aterricé en una cama. Quiero pensar que cuando me arrojó sabía que allí estaba la cama y que allí caería. Toda mi familia, incluida mi madre, estaba alelada.

Experimenté una sensación de triunfo. Me había arriesgado a morir y había salido con vida. Siempre recuerdo aquel momento como uno de los más importantes de mi vida. Si no hubiera hecho eso, me parece que me habría ahogado, probablemente, en esa masa de mujeres con las que vivía. Sé que haberle arrojado esa cucharilla de té a la cara me hizo sentir diferente a mis hermanas: un hombre. Ya no podía ignorarme. En ese instante, supe que estaba vivo. Nunca he hecho nada tan valiente en ninguna película
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KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 26-27.

EL HIJO DEL TRAPERO (fragmento I)

Encontré un perro mestizo, mezcla de doberman y podenco, al que puse el nombre de Tiger. Era un amigo grande y poderoso, del sexo maxculino. Nos queríamos. Nunca olvidaré mi regreso a casa desde la escuela. Desde lejos veía su cabeza junto a la puerta, esperándome. En cuanto me veía salía disparado calle arriba, me tiraba al suelo y me lamía la cara mientras yo reía. Era un protector de primera. Cuando jugaba, si algún chico me gritaba o hacía gestos amenazantes, Tiger gruñía, dispuesto a saltar para ayudarme.

Durante el invierno lo ataba a mi "trineo", la tapa de un cubo de basura o las duelas de un tonel. Tiger era tan fuerte que podía arrastrarme, para gran envidia de los chicos del barrio. Yo adoraba a ese perro. Y cuando un día alguien dijo que creía que lo habían atropellado, no pude creerlo. Corrí calle arriba y encontré a Tiger tendido en la cuneta, manando sangre por la boca. Muerto. Quedé completamente indiferente, paralizado por la pérdida de mi mejor amigo. No sentí nada, no derramé una sola lágrima. Treinta años después, en el diván de un psiquiatra, conté esta historia y prorrumpí en sollozos.


KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Págs. 25-26.

domingo, 19 de octubre de 2008

LAGRIMAS POR UNA MADRE

Estoy escuchando programas atrasados de crítica de espectáculo, descargados como podcasts en mi ordenador, y oigo que hacen una necrológica de Paul Newman. Hablan de él, de su carrera, de su vida, de lo que fue, y todo me parece muy bien. Como homenaje final, reproducen un fragmento de la banda sonora de La Leyenda del Indomable en el que el personaje de Newman canta, banjo en mano, a su madre recién fallecida. Y lloro.

Al principio creo que lloro por Newman. Y en cierto modo, es así. Paul Newman es parte de mi biografía, una parte importante, casi esencial. Es el modelo del hombre que a mí me habría gustado ser. Es el modelo del héroe del siglo XX: el perdedor, cínico, destruido por un siglo de ruedas dentadas, bombas nucleares y vida vacía. Es el hombre derrotado que se levanta del barro y se alza de nuevo. Que haya muerto, significa que una parte de mi vida se ha ido.

Pero más tarde me doy cuenta de algo mucho más profundo. Lloro por Newman, por el personaje que canta a su madre muerta, por la madre muerta del personaje, por mi madre, que un día, quizá no tan lejano, morirá. Lloro por una vida sencilla, por alguien que se conformó al principio, y más tarde se complació, en lo poco que tenía. Lloro porque en el fondo, la odio. Y la odio porque, en el fondo, la amo. Y lloro porque ese odio/amor ha arrasado mi alma, y se llevará un pedazo aún mayor de ella cuando llegue el día, que el pedazo, bastante considerable en realidad, que Newman se llevó al morir.

Soy un hombre en permanente reconstrucción. Todos los días se cae un pedazo de mí. Todos los días me esfuerzo por reparar el boquete.

jueves, 16 de octubre de 2008

¡¡ÑOS QUE ES ESO!!

Once de la mañana de ayer. Aprovecho la pausa del desayuno en el trabajo para acercarme a la sección de prensa de unos grandes almacenes de acreditadísima solvencia y penetración en el mercado nacional. Me doy un garbeo por el expositor y, como no encuentro lo que busco, me dirijo a la señorita que atiende.

- ¿Qué desea?
- ¿Ustedes reciben la revista "EÑE"?

Al principio está estupefacta, exánime. Luego su rostro empieza a contraerse, como si le hubiese hecho una proposición asquerosa.

- Sí. Ya sabes. Como la letra.
- Ya sé lo que es la eñe. Aquí no tenemos de eso... Voy a preguntarle a mi compañera.

Le hace una seña a su compañera, que anda revolviendo en los expositores, por matar el tiempo. Se acerca.

- Pepita, ¿tú sabes si recibimos la revista "EÑE"?

Pepita reacciona como si le hubieran disparado un directo al estómago. Se repone de la impresión y me dirige la mirada y la palabra.

- ¿Y qué clase de revista es?
- Es una revista literaria - respondo.
- Revistas de guitarra...

No puede ser. No está ocurriendo.

- No es una revista de guitarra, sino una revista literaria, ¡¡¡ LI-TE-RA-RIA !!!

Vamos a ver: la revista es una cosa probablemente infecta que editan Muñoz Molina y los suyos. Probablemente no vale ni el papel en que está impresa y me parece bien que en este remoto rincón del país no hayan siquiera oído hablar de ella. Lo que ya me saca de quicio es que una empleada de la sección de prensa esté a tantos milenios-luz de la literatura que, cuando un cliente le pregunta por una revista y le explica su naturaleza, su cerebro procese de esta curiosa manera el sonido de la palabra "literaria".

Cuando por fin pudimos comprendernos, me respondieron que tenían que preguntar en sus distribuidoras. Hoy he vuelto y me han explicado que "EÑE" es una cabecera que sus distribuidoras no distribuyen (cosa que yo ya me imaginaba).

miércoles, 15 de octubre de 2008

PRESENTACION DE MI NUEVO BLOG "UN MUNDO CONTINUO"

"¡Qué manía tiene este tío de abrir blog tras blog!", dirá alguien. Y es verdad. No tengo tiempo ni para hacer pis, pero abro blogs como quien abre melones. Veréis: éste era necesario.

Hay cierta clase de cosas que quizá no tengo otro modo de decir, pero que desentonan bastante en Miradas y Destellos, que es un blog poco serio, normalmente "whimsical" y excepcionalmente sublimoide.

Sin embargo, parte de mi perol tiene siempre hirviendo ciertas ideas que, siento decirlo, están hartas de hacinarse en el oscuro fondo de mi caletre, sin aire para respirar, oliéndose los sobacos mutuamente. Quieren "fresh air", quieren libertad de movimiento, y realizarse como tales ideas, proyectos de acción, comunicacional en este caso.

Y por eso se me ocurrió abrir Un Mundo Continuo hace algún tiempo, para dar salida a mis pensamientos, y a mis lecturas relacionadas con pensamiento, filosofía, sociología, economía (AGGGGGGGGGGLACRIIIIIIIIIIIISISSSSSSSSSSS), derecho y todas esas materias tan aburridotas que nos obligan a estudiar en las facultades para convertirnos en hombres y mujeres de provecho.

Yo no sé ya si es que me han sacado todo el provecho de que disponía, o es que siempre estuve escaso, porque noto que las ideas que sobre estos temas quedan en mi pesquis son todas difícilmente aprovechables, disolventes, subversivas y poco presentables en general. Así que queda prevenido el que se dé un garbeo por este blog: excepto las citas de clásicos de las diversas disciplinas sobre las que se me antoje hablar, el contenido de mi blog "Un Mundo Continuo" será no apto para cerebros de pitiminí ni para psicologías de cogérsela con papel de fumar.

He dicho.

martes, 14 de octubre de 2008

miércoles, 1 de octubre de 2008

Y TU, ¿PARA QUE TE DEVANAS LOS SESOS?

...repito: el método no es nada, la perfección lo es todo y resulta insensato disputar sobre cuál de aquéllos sería el mejor. Todo camino que conduce a la perfección es acertado, y cada artista no debe ir más que por uno de esos caminos, el suyo propio.

... ... ... ... ... ... ... ...

...el arte es una lucha eterna, nunca es un fin, sino siempre un comienzo


Stefan ZWEIG, El Misterio de la Creación Artística, Sequitur, Madrid, 2007, págs. 41 y 75