Diana volvió a California el Día de Acción de Gracias y hablamos... de nuestra romántica boda bajo los sables cruzados, de cuando vivíamos en los edificios de Pontalba de New Orleans, tomando rosquillas y café, de la época que ocupábamos el castillo desierto en lo alto de la montaña. En nuestra vida compartida había muchos momentos dulces. Pero ahora era obvio para los dos que aquello había terminado. ¿Por qué se divorcia la gente? ¿Por qué se casa la gente? ¿Qué es lo que anduvo mal? Busqué desesperadamente las respuestas.
Quizá Diana tenía razón: debía descubrir más cosas acerca de mí mismo. Decidí consultar a un psiquiatra. Había sido infiel. Diana lo sabía. Era muy fácil: la constante tentación de una chica guapa, un camerino, el contacto íntimo. A veces era irresistible, aunque no significara nada.
Suponía que el psiquiatra y yo hablaríamos de todos mis problemas en una semana y media y con eso pondríamos fin a las consultas. A fin de cuentas, en esa época todavía creía que había vivido una infancia muy feliz... Aunque éramos pobres, formábamos una gran familia dichosa. Pero cuando Kirk Douglas se tendió en el diván del psiquiatra, repentinamente se sintió como Issur durmiendo a solas en la sala. Le sorprendió descubrir que en realidad su niñez había sido desdichada. Se echó a llorar. Era doloroso tratar de enfrentarse a Issur, que seguía oculto tras el cubo de basura. Todavía me daba miedo mirarle a los ojos. Necesitaba llorar por todas las cosas que no había tenido la fortaleza de llorar, debía aceptar las tragedias de mi infancia, por ejemplo la muerte de mi perro Tiger. Brotaron todos los años de odio y resentimiento enterrados por Issur, fluyendo como lava. Casi todo iba dirigido contra un anónimo "ellos"... "ellos", que parecían dominar todas las cosas. Será mejor que actúes bien en las películas, porque si a "ellos" no les gustas, no tendrás la menor posibilidad. En mi mente, "ellos" eran las gentes de Amsterdam (NY) que se habían mostrado tan condescendientes. "Oh, sí, los pobres Demsky. Una familia maravillosa. Todos muy amables. Es una pena". Por supuesto, "ellos" sólo dijeron eso en tanto los Demsky estuvieron hundidos y "ellos" se sentían seguros y fuertes sabiendo que otros eran débiles. Ahora mucha gente de Amsterdam pretende habernos ayudado, habernos dado alimentos, habernos invitado a comer. Si toda esa gente hubiese hecho realmente lo que dice, habríamos comido seis veces por día y vivido como reyes.
Cinco años después dejé de visitar al psiquiatra. Aprendí: 1) Todos tienen problemas, algunos más graves y otros menos graves. Lo que pasa es que algunos los manejan mejor que otros. 2) Nunca te diplomas en tu psicoanálisis. 3) Mi médico estaba más jodido que yo.
KIRK DOUGLAS, El Hijo del Trapero - Autobiografía. Barcelona, Ediciones B, 1988. Pág. 116.