domingo, 18 de enero de 2009

TODO FLUYE...

He aquí un tema: la historia de un convoy. Formación del convoy, el convoy en marcha, vigilancia del convoy... Qué ingenuos y familiares parecen los convoyes de los años veinte a los prisioneros actuales: el deportado político instalado en un compartimiento del vagón de pasajeros en compañía de un guardia filósofo que le obsequia con pastelillos rellenos de carne... Eran los tímidos embriones de la cultura concentracionaria: canosa edad de piedra, un pollito apenas salido del cascarón...

Ahora, en cambio, un convoy de sesenta vagones va hacia la región de Krasnoyarsk: una ciudad carcelaria móvil, vagones de mercancías de cuatro ejes, ventanillas enrejadas, catres en tres pisos, vagones depósito, vagones llenos de vigilantes, vagones cocina, vagones con perros policiales que durante las paradas corretean a lo largo del convoy; el jefe del convoy, como el pachá oriental de un cuento, rodeado de los halagos de los cocineros, de las odaliscas-prostitutas. Durante los controles, un vigilante entra en el vagón y los demás guardias, con las armas automáticas apuntando hacia las puertas abiertas del vagón de maercancías, mantienen bajo mira a los detenidos: los hombres se apiñan formando un grupo compacto, pero el vigilante empuja con habilidad a los detenidos a que ha señalado hacia otra parte del vagón, y por mucho que el prisionero se dé prisa, el guardia siempre logra propinarle un bastonazo en el trasero o en el cráneo.

No hace mucho tiempo, después de la Gran Guerra Patriótica, se instalaron peines de acero bajo el fondo de los vagones de cola. Si durante el trayecto un detenido desmonta el suelo y se lanza de plano sobre las vías, el peine lo agarrará, lo estirará y lo arrojará bajo las ruedas. ¡Ni para ti ni para mi! Para los que después de romper el techo del vagón se encaraman a él, han instalado proyectores que, como puñales, atraviesan las tinieblas, desde la locomotora hasta el último vagón; y la ametralladora que vela el convoy sabe qué tiene que hacer si un hombre corre sobre el techo... Sí, todo evoluciona. La economía del convoy ha cristalizado. Está todo: el valor añadido, el bienestar de los oficiales del convoy en su vagón de estado mayor, la reducción de las raciones de los detenidos y de los perros, la compensación del traslado calculada en función de los sesenta días de trayecto del convoy hacia los campos de la Siberia Oriental, la circulación de las mercancías en el interior de los vagones, la feroz acumulación primitiva y la pauperización paralela. Sí, todo fluye, todo muta, nadie entra dos veces en el mismo convoy.

Vasili GROSSMAN, Todo Fluye, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2008, págs. 132-133.