miércoles, 14 de enero de 2009

AMELIE NOTHOMB, "GOUTTE À GOUTTE"


Necesité tiempo para darme cuenta de que a Elena sólo le importaba una cosa: ser mirada.

Así, sin saberlo, la hice feliz: la devoraba con la mirada. Me resultaba imposible dejar de mirarla. Nunca había visto nada tan hermoso. Era la primera vez en mi vida que la belleza de alguien me impactaba. Había conocido a muchas personas guapas, pero no habían retenido mi atención. Por razones que todavía hoy se me escapan, la belleza de Elena me obsesionaba.

La amé desde el primer segundo. ¿Cómo explicarlo? Nunca había pensado en amar nada. Nunca había imaginado que la belleza de alguien pudiera suscitar en mí sentimiento alguno. Y, no obstante, todo se había activado en el mismo instante en el que la vi por primera vez, con una inexorable autoridad: era la más hermosa, luego la amaba, luego se convertía en el centro del mundo.

Pero el misterio no acaba aquí. Comprendí que no podía limitarme a amarla: era necesario que ella también me amara. ¿Por qué? Porque sí.

Se lo comuniqué con toda sencillez. Me resultaba natural tener que informarla:

- Tienes que amarme.

Se dignó mirarme, pero se trataba de una mirada que habría podido ahorrarme. Emitió una pequeña risa despectiva. Estaba claro que acababa de decir una tontería. Así pues, era necesario explicarle por qué no se trataba de ninguna tontería:

- Tienes que amarme porque yo te amo. ¿Lo entiendes?

Me parecía que con aquel añadido de datos todo volvería a su orden natural. Pero entonces Elena se puso a reír con más fuerza si cabe.

Experimenté una herida confusa.

- ¿Por qué te ríes?

Con voz sobria, altiva y divertida, respondió:

- Porque eres tonta.

Así fue recibida mi primera declaración de amor.



Amélie NOTHOMB, El Sabotaje Amoroso, Barcelona, Anagrama (Quinteto), 2008, págs. 50 - 51.