Había un buen número de ideólogos de la Europa continental de la Restauración que debían mucho al talento del whig irlandés Edmund Burke. El meollo de la filosofía política de éste era honrar la experiencia, la historia, el prejuicio y la tradición con cambios por incremento y con la conciencia de cada generación vivía de lo que debía a muertos y nonatos. Burke era también un admirador del dogma, entendiendo por tal las creencias, valores y mentalidad en los que uno nace. La religión apuntalaba la jerarquía social interna y proporcionaba el "gran ligamento de la humanidad" en la forma del derecho internacional.
"Sabemos, y, aún mejor, sentimos interiormente, que la religión es la base de la sociedad, y la fuente de todo bien y de toda ventura. En Inglaterra estamos tan convencidos de esto que no hay herrumbre alguna de superstición que pudiese haber depositado en el curso de las eras la necedad acumulada de la mente humana y el 99 por ciento del pueblo de Inglaterra no preferiría la impiedad".
Burke detestaba la idea de separar la Iglesia y el Estado, considerándola casi tan perniciosa como el "ateísmo oficial" de la Revolución Francesa. Era también contrario a la idea misma de "alianza" entre el trono y el altar, un lugar común de la mayor parte del pensamiento conservador de la Restauración, porque "una alianza se establece entre dos cosas que son independientes y distintas en su naturaleza como entre dos estados soberanos. Pero en un país cristiano la Iglesia y el Estado son una y la misma cosa, pues constituyen partes integrantes distintas del mismo todo". La función pública de la religión no era simplemente mantener tranquilos a los órdenes inferiores, sino también convencer a los que tenían el poder de que estaban aquí hoy y no lo estarían mañana, y eran responsables ante los de abajo y El de arriba:
"Todas las personas que se hallan en posesión de alguna porción de poder deben tener el sólido y firme convencimiento de que actúan en representación, y que han de dar cuenta de su conducta en esa representación ante el único gran Dueño, Autor y Fundador de la sociedad".
MICHAEL BURLEIGH. Poder Terrenal - Religión y Política en Europa (De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial). Santillana. Taurus. 2005. Págs. 149 - 150.