lunes, 1 de diciembre de 2008

"PARADERO DESCONOCIDO", DE KRESSMAN TAYLOR


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SCHULSE-EISENSTEIN GALLERIES,
SAN FRANCISCO, CALIFORNIA, EE.UU.
18 de mayo de 1933

Herrn Martin Sulse
Schloss Rantzenburg
Múnich, Alemania


Querido Martin:

Estoy angustiado por las noticias que, gota a gota, publica la prensa sobre la madre patria. Por eso es natural que te pida a ti aclaración de las contradictorias historias que aquí nos llegan. Estoy seguro de que las cosas no son tan fieras como las pintan. Los periódicos americanos coinciden en que ha comenzado un pogromo atroz.

Sé que tu mentalidad liberal y tu buen corazón no tolerarían ninguna atrocidad y que, a través de ti, podré saber la verdad. El hijo de Aaron Silberman acaba de volver de Berlín y he oído decir que se salvó por los pelos. No son precisamente bonitas las historias que cuenta de gente apaleada, gente forzada a tragar con los dientes apretados un litro de aceite de ricino y a sufrir con las tripas retorcidas horas mortales de lenta agonía. Esas cosas pueden ser verdad y pueden -como tú dices- ser chispas superficiales brutales de cualquier revolución. Ay, para los judíos es historia familiar repetida a lo largo de los siglos. Es casi increíble que haya de soportarse el martirio hoy, en una nación civilizada. Escríbeme, amigo mío, y calma la inquietud de mi alma.

La obra de Griselle bajará del cartel a fines de junio, después de haber tenido gran éxito. Me cuenta que ya tiene una oferta para actuar en Viena y otra, que le interesa mucho, al final del otoño en Berlín. Habla más de esa última, pero le he escrito diciéndole que espera hasta que se aplaque la ola antisemita. Desde luego usa un apellido no judío (de cualquier modo Eisenstein sería un apellido imposible de usar en las tablas). Pero no es el apellido lo que traicionaría su origen. Sus facciones, sus gestos, la emoción de su voz proclaman su condición de judía, se llame como se llame y, si el antisemitismo tiene fuerza real, lo mejor que puede hacer es no aventurarse a meterse en Alemania en estos momentos. Perdóname, amigo mío, por escribirte una carta tan sosa y breve, pero no tendré descanso hasta que no me hayas tranquilizado. Sé que me contestarás con absoluta sinceridad. Por favor, hazlo de inmediato.

Con las más ardientes muestras de confianza y amistad para ti y los tuyos, tu siempre leal,


MAX