lunes, 22 de diciembre de 2008

INTERPRETACION DE TRUMAN CAPOTE (II)


... Escribí relatos de aventuras, novelas de crímenes, comedias satíricas, cuentos que me habían referido antiguos esclavos y veteranos de la Guerra Civil. Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil, pero brutal. ¡Y entonces cayó el látigo!
TRUMAN CAPOTE, Prefacio de Música para Camaleones, Barcelona, Anagrama, 2006, pág. 7.

Es exacto: sutil, pero brutal. Personalmente, creo que no he rebasado la primera barrera. Al menos, no de un modo permanente y definitivo. La segunda, sospecho, ni siquiera la vislumbro. Tan sólo leyendo a grandísimos escritores como él consigo tener una vaga intuición de lo que es "arte verdadero".

No hace demasiado tiempo que escribir dejó de ser divertido para mí. Ahora me enfrento a la pantalla de mi portátil con, digamos, prevención, cautela, cierta desconfianza. Camino despacio, y dudo a cada paso. Cada poco, vuelvo la vista atrás, y miro desaprobadoramente lo andado. Cuando dejo mis textos a amigos, desconfío de todo comentario favorable. Prefiero, exijo casi, críticas, despiadadas a ser posible. Y siento una extraña felicidad cuando alguno de ellos me apunta un fallo, un defecto, y yo sé que es un defecto real.

El látigo no ha caído todavía. Sería presuntuoso por mi parte decir que ya lo oigo resonar. Prefiero decir que comienzo a saber cómo suena.