A la vieja alianza del trono y el altar la sustituyó después de 1848 la alianza del altar y de la caja fuerte (...). Nunca fue una relación tan cordial como había sido la de la Iglesia y la aristocracia o la monarquía durante el Antiguo Régimen porque era explícitamente instrumental por ambas partes. En octubre de 1848 un sacerdote parisino informó al obispo de Autun de una reunión con unos industriales y propietarios en el curso de la cual el sacerdote había comentado que la única base de la propiedad privada era que los mandamientos condenaban el robo, mientras que las recompensas para los pobres se aplazaban hasta la otra vida. Esto había dejado pensativos a los millonarios. El sacerdote continuaba diciendo:
"Desde entonces dos de la empresa (incluido el industrial) han venido a buscarme y han iniciado discusiones sobre religión, de las que espero, con la gracia de Dios, los mejores resultados. Así es como son las cosas con la burguesía: nos ayudará como un contrapeso a doctrinas que teme, y como una especie de policía espiritual, llamada a conseguir el respeto a las leyes que la benefician. Pero ése es el límite de su estima y de la confianza que depositan en nosotros".
MICHAEL BURLEIGH, Poder Terrenal - Religión y Política en Europa (De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial). Santillana. Taurus, 2005. Págs. 244-245