A Arnold le preocupaba, como a muchos otros victorianos, la indiferencia religiosa de la clase obrera en una época en que la democracia de masas era ya discernible para las personas perspicaces. La cultura, es decir, el arte, la poesía, la filosofía, la historia y la ciencia, permitiría a los cristianos volver a conectar con las fuerzas más vitales de la época, suplantando a la vez a la religión como el principal vehículo de mejora ética, dado lo mucho que la religión tenía que difícilmente podía parecer ético. La cultura, entendiendo por ello la novela, la poesía, el arte y la música, reunía las condiciones necesarias para poder convertirse en el sustituto del consuelo religioso para el hombre moderno, aunque, considerando lo mucho que había en aquella cultura de origen religioso, tal vez Arnold subestimase un futuro en el que sus consumidores contemplasen embobados sus Piero della Francesca con auriculares y diapositivas llenando el gran vacío de lo que pasa por educación.
A muchos liberales (y socialistas) les convencieron por entero las críticas científicamente informadas de lo que se consideraba, a veces erróneamente, creencias cristianas esenciales. La ciencia gozaba de creciente prestigio en una época de incesantes descubrimientos, en que la humanidad avanzaba espectacularmente en la comprensión y control del mundo. Era el rasgo más notorio de una fe más amplia en el progreso material indefinido, que chocaba con la idea cristiana de que la vida en la tierra está sometida a intervenciones extratemporales súbitas u ondulares, y que el fin del mundo estaba "próximo". Sectarios aparte, las Iglesias cristianas minimizaron cada vez más los aspectos escatológicos de sus credos para adaptarse a la fe secular dominante de la ápoca, es decir, que el progreso se estaba produciendo en el aquí y ahora. Esto les proporcionó un terreno común con una hueste de partidarios de las mejoras, mientras el cristianismo se convertía en un sistema ético alternativo.
Los científicos, y por extensión los médicos, como el distinguido padre de Flaubert, eran los nuevos héroes, cuya autoridad eclipsaba la de los sacerdotes; de hecho, Francis Galton, primo hermano de Darwin, quería que los científicos se convirtiesen en "un nuevo cuerpo sacerdotal"... Médicos como el personaje de ficción de Émile Zola El doctor Pascal se convirtieron en santos seculares que luchaban contra las fuerzas del oscurantismo religioso...
La realidad de toda batalla es que es confusa y lábil. La ciencia médica venció a los milagros, pero los médicos informados por la religión no abandonaron el campo: se reagruparon más bien para la lucha, como aún siguen haciendo, donde los planteamientos son primoridalmente de valores humanos... Gradualmente, hacia finales de la década de 1870, hasta los candidatos a la ordenación de la Iglesia de Inglaterra que eran agnósticos respecto a los milagros o los nacimientos virginales podían encontrar un obispo dispuesto a ordenarles, siempre que no se sintieran obligados a escandalizar a feligreses más tradicionales. El buen gusto, en último término, garantizó que muchos se adaptasen a la nueva situación, algo inconcebible para las minorías militantes agraviadas de hoy.
WILLIAM BUCKLAND (1)
... Muchos científicos no apreciaban ningún conflicto insuperable entre la ciencia y su propia profesión de fe. Los dos geólogos ingleses más eminentes de su época eran clérigos devotos: los reverendos catedráticos William Buckland de Oxford y Adam Sedwick de Cambridge. Ninguno de ellos tenía dificultad alguna para conciliar sus descubrimientos con la existencia de un creador divino. La lista de genios científicos que eran cristianos incluía personajes como Ampère, Faraday, Lister, Mendel y Pasteur, por mencionar sólo unos pocos, algo que pasan por alto los reduccionistas científicos de hoy que parecen ignorar por completo a sus predecesores menos bidimensionales.
ADAM SEDWICK (2)
La evolución no era una idea nueva, y el cristianismo había continuado su camino sin que le atribulase la afirmación de Anaximandro de Mileto de que todo descendía de los peces. Había ido reconciliándose también gradualmente con las pruebas geológicas de que la Tierra tenía cientos de millones de años de antigüedad. La batalla en torno a Darwin se inición en la reunión de la Asociación Británica del húmedo mes de junio de 1860 en Oxford. Monos y hombres destacaron más en el debate de lo que lo hacían en El Origen de las Especies, donde sólo se mencionaba a ambos en una ocasión. Las pullas sobre los monos y los antepasados de las damas de los principales protagonistas, T.H. Huxley y el obispo "Sam Untuoso" Wilberforce, que defendían respectivamente a la ciencia y la religión, hicieron que se vendiera mucha prensa en una época que se escandalizaba fácilmente...
ANIS DEL MONO, O EL IMPACTO DEL EVOLUCIONISMO EN NUESTRA CULTURA POPULAR (ALGUNOS DICEN QUE EL MONITO RECUERDA MUCHO A RUBALCABA...)
... En la Inglaterra victoriana el clero abandonó gradualmente los intentos de "demostrar" que Dios había colocado perversamente fósiles en las rocas para poner a prueba la fe o de recalcular los años del Antiguo Testamento en cuartos para hacer plausible la asombrosa longevidad de los patriarcas. Pero seguía dispuesto a arremeter contra los científicos cuando opinaban de cuestiones sobre las que sus conocimientos no eran superiores a los de cualquier otro, mientras acomodaban al mismo tiempo cautamente las verdades científicas a su visión del mundo. Algunos eclesiásticos alababan sin reparos a Darwin, a juzgar por un sermón que pronunció en 1879 Stewart Headlam, en el que aseguraba que Dios había inspirado a Lyell o a Darwin y que "nos proporciona ideas mucho más grandes de Dios concebirle haciendo el mundo a través de su Espíritu a lo largo de las eras que imaginarle haciéndolo en unos cuantos días".
CHARLES DARWIN
En 1882 Darwin fue enterrado en la abadía de Westminster con exequias cristianas, mientras los arzobispos de Canterbury y York formaban parte del comité que recaudaba fondos para un monumento en su honor.
MICHAEL BURLEIGH, Poder Terrenal - Religión y Política en Europa (De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial). Santillana. Taurus. 2005. Págs. 252 -255.
NOTAS
(1)WILLIAM BUCKLAND (12 de marzo de 1784, Axminster (Devonshire)-14 de agosto de 1856, clérigo, naturalista, geólogo y paleontólogo británico, que escribió la primera descripción completa de un dinosaurio.
Favorable al creacionismo antiguo de la Tierra y a la teoría del Diluvio Universal, fue convencido de la realidad de las glaciaciones de Loouis Agassiz.
En 1819, como catedrático de Geología en Oxford, Buckland dictó una lección inaugural titulada Vindiciae Geologiae, or the Connection of Geology with Religion, en la que justificaba la nueva ciencia de la geología y la conciliación de las pruebas geológicas con los relatos bíblicos de la Creación y el Diluvio de Noé. Su hipótesis era que la palabra "principio" del Génesis significa un tiempo indefinido entre la creación de la tierra y la creación de sus actuales habitantes, en el que se ha producido una larga serie de extinciones y de sucesivas creaciones de nuevos tipos de plantas y animales.
En 1824, siendo ya presidente de la Geological Society of London, anunció en ella el descubrimiento, en Stonesfield, de los huesos fósiles de un reptil gigante que el llamó Megalosaurus (gran lagarto) y escribió la primera relación completa de lo que luego sería llamado un dinosaurio.
En diciembre de 1825 contrajo matrimonio con Mary Morland de Abingdon, de Oxfordshire, consumada ilustradora y coleccionista de fósiles. Su luna de miel fue un año de gira por Europa, con visitas a los principales geólogos y a los yacimientos geológicos. Su esposa colaboró en su trabajo, a la vez que le dio nueve hijos, cinco de los cuales sobrevivieron para llegar a la edad adulta (igualito que hoy, vamos...). En una ocasión, Mary le ayudó a descifrar las huellas que se encontraban en una losa de piedra arenisca, cubriendo la mesa con pasta mientras que depositaba sobre la masa a su mascota, una tortuga, lo que confirmó su intuición de que las huellas fósiles que estudiaba eran marcas dejadas por tortugas.
En 1826 fue el descubridor de la Red Lady of Paviland en el País de Gales, yacimiento en el que se encuentran los más antiguos restos humanos encontrados en el Reino Unido hasta la fecha.
En 1832 presidió la segunda reunión de la British Association, que se celebró en Oxford. Contribuyó con un volumen a la serie de ocho titulada The Bridgewater Treatise. On the Power, Wisdom and Goodness of God, as manifested in the Creation, lo que le supuso casi cinco años de trabajo; el volumen, titulado Geology and Mineralogy, considered with reference to Natural Theology, fue publicado en 1836.
Amigo del primer ministro Tory, Sir Robert Peel, preparó en cooperación con Adam Sedwick y Charles Lyell el informe para el establecimiento del Servicio Geológico de Gran Bretaña.
Después de que se interesó en la teoría de Louis Agassiz sobre que el pulido y estriado de rocas, así como los materiales transportados, habían sido causados por antiguos glaciares, viajó a Suiza en 1838 para conocer a Agassiz y verle por sí mismo. Estaba convencido y recordó lo que había visto en Escocia, Gales y en el norte de Inglaterra, pero había atribuido a los efectos del diluvio. Cuando Agassiz llegó a Gran Bretaña para una reunión en Glasgow de la British Association en 1840, se trasladaron en una amplia gira por Escocia y allí encontró pruebas de la antigua glaciación. En ese año Buckland se había convertido en presidente de la Geological Society, y a pesar de su reacción hostil cuando se había presentado la teoría, se convenció de que la glaciación había sido el origen de gran parte de los depósitos de materiales que cubrían Gran Bretaña.
En 1845 fue nombrado por Sir Robert Peel para ocupar la vacante del decanato de Westminster y fue, poco después, inducido a residir en Islip, en las cercanías de Oxford, una prebenda aneja al decanato. Buckland se involucró en la reparación y conservación de la Abadía de Westminster y en la prédica de sermones adecuados para la población rural de Islip, a la vez que continuaba sus conferencias sobre Geología en Oxford. En 1847 fue nombrado administrador del Museo Británico, y en 1848 se le concedió la Medalla Wollaston, de la Sociedad Geológica de Londres.
Hacia finales de 1849 contrajo una enfermedad debilitante que le causaría la muerte en 1856. El emplazamiento de su tumba había sido previsto, pero cuando el sepulturero se puso a trabajar se encontró con un afloramiento de roca caliza sólida del Jurásico justo por debajo del nivel del suelo y con explosivos listos para ser utilizados para la excavación. Esto pudo haber sido una broma ideada por el geólogo, que recuerda a la Elegía de Richard Whatley destinada al Profesor Buckland, escrita en 1820:
Cuando veamos a nuestro gran profesor morir
Diremos ¿Que en paz descansen sus huesos?
Si le enterramos en un rocoso sepulcro
se levantará y romperá las piedras
Y examinará cada estrato de alrededor
Porque él estará en su elemento.
(Fuente: Wikipedia)
(2)ADAM SEDWICK (22 de marzo de 1785, Dent, Yorkshire - 27 de enero de 1873, Cambridge, Cambridgeshire). Geólogo británico. Sedgwick fue uno de los fundadores de la geología moderna. Estudió los estratos geológicos del Devónico y el Cámbrico.
Nacido en Dent, en el condado de Yorkshire, Sedgwick realizó sus estudios en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde será nombrado profesor de Geología en 1818.
Su clasificación de ciertos estratos geológicos en el Cámbrico fue objetada por su amigo y colaborador Roderick Murchison, quien las consideró parte del Silúrico. En 1879 Charles Lapworth resolvió la polémica creando un nuevo sistema, el Ordovícico para tales estratos.
Adam Sedgwick fue profesor de Charles Darwin, con quien mantuvo una larga correspondencia. Aunque Sedgwick no aceptó las ideas contenidas en El Origen de las Especies, mantuvo la amistad con Darwin hasta su muerte.
Sedgwick recibió la medalla Copley en 1863 y la medalla Wollaston de la Geological Society of London en 1851. (Fuente: Wikipedia)