Si Robert Owen fue la primera persona que utilizó el término "socialismo" en letra impresa en 1827, el primer uso documentado de la palabra "comunismo" se debió a un periódico conservador alemán que comentaba sombríamente en marzo de 1840: "Los comunistas tienen previsto nada menos que una nivelación de la sociedad, sustituyendo el orden de las cosas que hoy existe por la utopía absurda, inmoral e imposible de una comunidad de bienes". Estas gentes llevaban existiendo en Francia una década, aunque no había nada parecido a un "Partido Comunista" oficial, si bien existía un centro de reinserción social para intelectuales desplazados y artesanos exiliados.
Los comunistas hacían hincapié en la igualdad y se identificaban con la fase jacobina más drástica de la Revolución Francesa. Con esas bases, el comunismo se diferenciaba del socialismo utópico, que se interesaba poco por la igualdad, rechazada la revolución violenta y se preocupaba más por cómo conseguir la armonía que por cómo capitalizar los conflictos humanos. Lo que no podía ignorar del socialismo era que había llegado allí primero para proporcionar a los trabajadores una organización rudimentaria. En un sentido zoomórfico, los comunistas se parecían a esas abejas africanas agresivas que colonizan y transforman colmenas más plácidas.
Hasta fechas recientes se ha minimizado a veces la deuda del comunismo con la religió por parte de los historiadores que simpatizan con el socialismo "científico" y se resisten a la idea un poco distinta de que el marxismo fue un drama mitopoético de inspiración religiosa cuidadosamente camuflado dentro de diversos aditamentos que suenan a científicos. Una adición de ideales semirreligiosos estimuló la aceptación del comunismo entre los trabajadores piadosos y ayudó a fomentar las solidaridades sectarias entre los artesanos e intelectuales desarraigados que constituían el núcleo de los primeros movimientos comunistas. De ahí la obsesión desesperada de los primeros comunistas por reivindicar la raíz etimológica idéntica entre comunismo y comunión. La compatibilidad inicial de lo que se reelaboraría retrospectivamente como el credo ateo quintaesencial y una versión igualitaria del cristianismo se puede demostrar fácilmente hasta el punto de la parodia...
En 1840 un joven de veinte años de edad llamado John Goodwin Barmby fue París, provisto de una carte de presentación de Robert Owen, para establecer un canal de comunicación regular entre socialistas británicos y franceses. El 20 de junio presentó un folleto informativo con la propuesta de una "Asociación Internacional para el Fomento del Intercambio Mutuo entre las Naciones", que bien puede haber sido el primer esbozo de una organización comunista internacional, pues a Barmby le habían agradado mucho los comunistas a los que había conocido en banquetes en París. Cuando regresó a Inglaterra fundó una Sociedad de Propaganda Comunista y una revista llamada El apóstol prometeico o comunitario, pronto rebautizada como Crónica comunista. Barmby... se describía como el "Pontifarca de la Iglesia Comunista" y al comunismo como la reliogión definitiva de la humanidad: "To creo [...] que lo divino es el comunismo, que lo demoníaco es el individualismo". Con base en su "comunitorio" central de Harnwell, Barmby elaboró una periodización cuádruple de la Historia y la ruta hacia una sociedad comunista, instituyendo un nuevo calendario y una nueva dieta vegetariana. Durante el período en que vivió en las islas de Wight y Man, donde trabajó en la fundación de más comunidades, Barmby elaboró rituales de iniciación para postulantes comunistas, que se iniciaban con "Frigidiario", un baño frío, continuaban con "Calidario", uno caliente, luego "Tepidario", tibio, y "Friccionario", es decir un ejercicio vigoroso. Seguían aplicaciones de aceites y perfumes. Aunque se ha ido borrando asiduamente del recuerdo, el primer comunismo estaba saturado de simbolismo religioso. Por ejemplo, L'Atelier, la primera revista francesa hecha exclusivamente por y para los trabajadores, llevaba un grabado con el título de "Cristo predicando la fraternidad al mundo", con Cristo encima del mundo sosteniendo una cinta en la que decía "fraternidad" y aplastando bajo sus pies la serpiente del "egoísmo". Los temas religiosos eran también evidentes entre los socialistas alemanes, algunos de los cuales habían fundado una sociedad secreta en París llamada la Liga de los Justos, con las asociaciones religiosas de la palabra alemana Bund.
MICHAEL BURLEIGH, Poder Terrenal - Religión y Política en Europa (De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial). Santillana. Taurus. 2005. Págs. 284 - 286.