jueves, 8 de mayo de 2008

LOCOS ILUSTRES: AUGUSTE COMTE Y LA "SOCIOLATRIA"


AUGUSTE COMTE

Los últimos escritos de Saint-Simon debían tanto a sus discípulos que no es fácil determinar qué ideas correspondían a cada uno. El más ilustre de todos sus discípulos fue Auguste Comte, que se convirtió en secretario del gran hombre en 1817, que rompió con él en 1824, en parte por ese asunto de la autoría, y se distanció de la secta religiosa que llevaba el nombre del gurú. Saint-Simon, escribió Comte, no era más que un "charlatán depravado".

La obsesión que Comte tuvo durante toda su vida con los números, los sistemas y el orden no dejaba de tener cierta relación con la miseria de su vida privada y con sus episodios intermitentes de locura. En 1822 entró casualmente en una librería y reconoció en ella detrás del mostrador a una prostituta con la que había tenido relaciones anteriormente. Se llamaba Caroline Massin y se convirtió en su concubina; la fatídica relación entre la antigua profesión de ella y la paranoia envolvente de él garantizó que a principios de 1826, cuando iniciaba una importante serie de lecciones, Comte se volviese loco. Una larga estancia en el manicomio sirvió de poco. Sus compañeros se dieron cuenta en el viaje de vuelta que había algo que aún no iba bien cuando Comte inisitió en que el puente de Austerlitz era el Cuerno de Oro de Estambul. Luego agredió al amigo que intentó sacarle de su error. Una vez en casa Comte se imaginaba que era un montañés de Escocia de una novela de Walter Scott, le lanzaba cuchillos a Caroline Massin recitando al mismo tiempo versos de Homero. Cuando su madre fue a cenar a casa de los Comte una pequeña discusión le condujo a seccionarse el cuello en la mesa, lo que le dejó una cicatriz que le duró toda la vida. Poco después un gendarme impidió por muy poco que Comte se tirara por el Pont des Arts. Un régimen de "higiene cerebral", que incluía abstenerse de leer el periódico, de las actividades sexuales y del consumo de carne le permitió trabajar muy industriosamente, aunque las únicas obras que leía eran cada vez más las suyas propias. En 1844, un período en el que su carrera académica y su matrimonio se habían desintegrado, Comte se enamoró de una joven llamada Colthilde de Vaux a la que había abandonado su marido. El que importunase a la joven con proposiciones sexuales y ella le rechazara, complicado tal vez por el hecho de que Comte era impotente, desembocó en más episodios de locura, hasta que resolvió las cosas la muerte por tuberculosis de su "ángel incomparable". Hay quien afirma que eso fue literalmente una epifanía, que condujo limpiamente a la "religión de la humanidad" comtiana, en la que el culto a Colthilde (y al sillón rojo de felpa en que se había sentado) figura destacadamente, aunque su biógrafo defintivo discrepe de ello (1). Lo cierto es que, a partir de entonces, Comte dedicaba cuarenta minutos todas las mañanas a "commemorar" a Clothilde, y luego veinte minutos a "efusiones" arrodillado ante sus flores marchitas. Las oraciones del mediodía incluían la lectura de la última carta que le había escrito Clothilde, amén de largos pasajes de Virgilio, Dante y Petrarca. Parece ser que ese régimen le alivió la psicosis.

Acompañaban a estos rituales trabajos hercúleos en libros que pocos leyeron entonces y hoy leen aún menos. Ni siquiera limitando cada frase a cinco líneas y cada párrafo a siete frases mejorarían en claridad. Comte, uno de los padres de la "ciencia" social moderna, que acuñó en 1839 el término "sociología", se propuso establecer una base filosófica para las ciencias y para la ordenación y reforma científicas de la sociedad, una fórmula calculada para atraer a la derecha además de a la izquierda. En su Curso de filosofía positiva en seis volúmenes, demostraba cómo cada una de las ciencias, las matemáticas, la astronomía, la física, la química y la biología, se habían hecho "positivas", es decir, se basaban en leyes verificables empíricamente. Entre 1851-1854 publicó una obra de sociología en cuatro volúmenes que asentó las bases de la Religión de la Humanidad. El positivismo iba a ser una tercera vía entre el mundo trasnochado de base teológica del Antiguo Régimen y un racionalismo abstracto crítico que se había convertido en anárquico e incapaz de crear nada. El positivismo, y su manifestación religiosa, se basaban en un matrimonio de De Maistre y Condorcet y constituían un intento de síntesis de orden y progreso.

La idea más famosa de Comte fue la ley de los tres estados, según la cual todas las áreas del pensamiento pasan por una fase teológica (ficticia), una metafísica (abstracta) y una fase científica, denominada "positiva". Esto era también aplicable a las épocas históricas, que en su opinión estaban regidas por las ideas imperantes, y en las que una etapa inicial militar y teológica (desde la antigüedad al siglo XIV) dejaba paso a una era de decadencia y renovación (desde el siglo XIV a la Revolución Francesa) y finalmente la era industrial y científica que la sucedió, en la que la humanidad estaba amenazada por un individualismo rampante justo en el momento en que se extinguían las viejas creencias. Lo que Comte buscaba básicamente era una nueva doctrina social unificadora que sustituyese a la teología y a la Iglesia.

El presunto Aristóteles fue convirtiéndose gradualmente en un presunto san Pablo. La esencia de su "Religión de la Humanidad era reorientar las energías espirituales del género humano apartándolas de lo trascendental y dirigiéndolas a la creación de una vida más feliz y más moral aquí en la tierra a través del culto a lo mejor del propio hombre. Esto ha resultado seductor incluso para comentaristas sumamente astutos, pues ha habido desde Comte muchos ejemplos más nefastos aún de "sociolatría", es decir, de adoración de la sociedad humana...

...La religión comtiana fundía elementos de los cultos civiles de la Revolución Francesa con transposiciones del catolicismo. Aunque Comte rechazaba el cristianismo basándose en que consideraba a las mujeres origen del mal, el trabajo como una "maldición divina" y la benevolencia algo ajeno a nuestra naturaleza imperfecta, admiraba también la separación de los poderes espiritual y temporal, el culto a la Santísima Virgen y los logros estéticos del catolicismo medieval. Había en Comte una manía del detalle, una obsesión por las permutaciones numéricas. El culto de le Grand Ètre (una imitación del Ser Supremo) tenía sus dogmas y sus ceremonias, sus santos y sus sacramentos, destinados a fundir la vida pública y la privada. Había santos públicos, como Arquímedes, Aristóteles, Dante, Descartes, Federico el Grande y Gutenberg, con cuyos nombres se designaban los meses lunares en un calendario que empezaba en 1789; y santos privados, o "ángeles" o "diosas domésticas", es decir, madres, hermanas, esposas, criadas, e inevitablemente, "mujeres amadas" muertas o vivas, de las que Clothilde de Vaux era el prototipo. Comte se interesó por una futura partenogénesis femenina, es decir, reprducción sin copulación entre los sexos, y albergaba la esperanza de que esto sería un ennoblecimiento del matrimonio equivalente al paso adelante memorable de la poligamia a la monogamia. El año estaba también salpicado de fiestas que celebraban relaciones sociales básicas, de padre a hijo o de amo y criado; fiestas que recordaban etapas anteriores de la religión, el fetichismo, el politeísmo, el monoteísmo, y fiestas que ensalzaban las funciones sociales de los capitalistas, los trabajadores y las mujeres. Había nueve sacramentos. Presentación del recién nacido, iniciación a los catorce años, admisión a los veintiuno, destino a los veintiocho, matrimonio antes de los treinta y cinco (veintiuno para las mujeres), madurez a los cuarenta y dos, retiro a los sesenta y dos, y después de la muerte el sacramento de la transformación, por el que tras un decoroso intervalo de siete años el residuo subjetivo de una personalidad se consignaba a la inmortalidad en el bosquecillo sagrado que había al lado del templo de la Humanidad- El recuerdo del inmortal pasaría a formar parte del Gran Ser. Como Comte escribió:

"Vivir en otros es, en el sentido más veraz de la palabra, vida [...] Prolongar nuestra vida indefinidamente en el Pasado y el Futuro, para hacerla más perfecta en el Presente, es abundante compensación para las ilusiones de nuestra juventud que se han ido ya para siempre".

Por otra parte, los condenados y los suicidas pasaban al olvido, mientras que las "esposas indignas" iban al infierno positivista.

El pensamiento de Comte era cósmico, además de cómico, en su ambición. Quería sustituir la trayectoria elíptica de la tierra por una órbita circular para armonizar los climas extremos (2). Además de querer convertir primero a Europa y Rusia y luego Oriente Próximo, la India y Africa al positivismo, tenía recetas para el gobierno de la sociedad humana. Los estados existentes debían dividirse en pequeñas repúblicas del tamaño de Cerdeña o la Toscana, de manera que Francia se convertitía en diecisiete de esas unidades. Las naciones existentes, como Inglaterra, Francia o España, eran sólo "agregados ficticios sin una sólida justificación". El mundo occidental se dividiría todo él en quinientas de esas unidades, cada una de ellas con entre un y tres millones de habitantes. Comte, admirador de la teocracia medieval y del Club Jacobino, quería que su "sociocracia" se basase en el gobierno temporal de banqueros e industriales (3), con el poder espiriritual en las manos (o más bien en las mentes) de científicos contemplativos seleccionados entre los miembros de la "pedantocracia" ultraespecializada. Este nuevo clero estaría formado por individuos que hubiesen alcanzado un dominio de todas las formas del arte y de la ciencia, que tendrían la responsabilidad de la cura de almas y cuerpos. Comte creía, como De Maistre, que el árbitro moral entre las naciones debía ser el papa. La clase media desaparecería, dejando ciento veinte millones de proletarios gobernados por un patriciado de dos mil banqueros. Su religión positivista no era susceptible de análisis crítico y su sistema rechazaba cualquier forma de democracia. Los deberes, más que una profusión de derechos, eran lo primordial. Al transferir al Hombre derechos derivados de Dios, Comte dejaba a los individuos despojados de toda autonomía respecto al nuevo Dios de la Humanidad abstracta. El hombre estaba encerrado desde la cuna hasta más allá de la tumba en la sociedad sin más amarras externas que él mismo.

...El positivismo nunca atrajo más que a una pequeña fracción de la población, pero en Francia tenía un poder considerable durante la Tercera República. Como credo secular lo eclipsó el socialismo, la única religión no sobrenatural de la humanidad de difusión masiva. Unos cuantos profesores chiflados entraban y salían de los templos positivistas en los que había inscripciones que decían "Orden y Progreso" o "Vive Abiertamente"; las masas en marcha iban tras las banderas rojas.

MICHAEL BURLEIGH. Poder Terrenal - Religión y Política en Europa (De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial). Santillana. Taurus. 2005. Págs. 268 - 273


NOTAS:

(1) Mary Pickering, Auguste Comte. An intellectual Biography, Cambridge, 1993, 1, p- 362 y ss.

(2) ¡¡¡EL CAMBIO DEL CLIMA-CLIMÁTICO!!! - moratinos dixit

(3) PERO QUÉ MANÍA! ¡OTRO! (Saint-Simon también quería un gobierno de industriales y banqueros)