La primera vez que Zdena vio a Pannonique, hizo una mueca.
Nunca había visto nada parecido. ¿Qué era? A lo largo de su vida se había cruzado con mucha gente pero nunca había visto nada igual a lo que había sobre el rostro de aquella joven. En realidad, no sabía si era sobre su rostro o en el interior de su rostro.
"Puede que las dos cosas", pensó con una mezcla de miedo y repugnancia. Zdena odió aquella cosa que tanto la incomodaba. Le oprimía el corazón como cuando comes algo indigesto.
De noche, la kapo Zdena volvió a pensar en ello. Poco a poco, se dio cuenta de que no pensaba en otra cosa. Si le hubieran preguntado lo que eso significaba, habría sido incapaz de responder.
Durante el día, se las apañaba para estar lo más a menudo posible cerca de Pannonique, con el objetivo de observarla de reojo y de comprender por qué aquella apariencia la obsesionaba.
Sin embargo, cuanto más la examinaba, menos comprendía. Guardaba un recuerdo muy borroso de las clases de historia de la escuela, cuando tenía doce años. En el libro de texto, se reproducían cuadros de pintores del pasado, le habría costado lo suyo decir si se trataba de la Edad Media o de un siglo posterior. A veces reproducían imágenes de damas -¿vírgenes?, ¿princesas?- cuyos rostros tenían aquel mismo misterio.
Siendo una adolescente, había pensado que se trataba de algo imaginario. Semejantes rostros no existían. Lo había comprobado en su círculo íntimo. No debía tratarse de belleza ya que, en televisión, las que se suponían [sic] que eran guapas no eran así.
Y he aquí que ahora aquella desconocida presentaba aquel rostro. Así que existía. ¿Por qué uno se sentía tan incómodo cuando lo veía? ¿Por qué daba ganas de llorar? ¿Acaso ella era la única que experimentaba eso?
Zdena acabó por no poder dormir. Cada vez tenía más marcadas las ojeras. Las revistas decretaron que la más animal de las kapos tenía, cada vez más, cara de bestia.
Amélie NOTHOMB, Acido sulfúrico, Barcelona, Anagrama, 2007, págs. 21-22.
Acido Sulfúrico es una alegoría. En ella, la barbarie, representada por Zdena, zafia, fea y brutal, una de los verdugos de Concentración, el nuevo reality-show en el que se reproducen las condiciones de los Lager alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, se enamora de la civilización, representada hasta lo sublime por Pannonique, estudiante de Paleontología, bella, culta y de noble espíritu, uno de los prisioneros capturados para deleitar a la masa con el espectáculo de su martirio. Es por amor, y no por ningún motivo más noble, que la kapo Zdena acaba liberando a todos los prisioneros del campo. Y es utillizando ese sentimiento como Pannonique consigue su propósito sin llegar a la degradación de acceder a su demanda sexual.
Acido sulfúrico es una alegoría optimista. Optimista, porque en ella la civilización sublimada puede sobre la máxima barbarie. Optimista, porque en ella el Cristianismo puede sobre el nihilismo. Pannonique se ofrece en sacrificio por todos sus compañeros, emulando a Jesucristo. Y así, todos acaban salvados. Bueno: todos excepto los débiles, los perversos, los niños y los que tuvieron mala suerte. Es decir, que la civilización salvó a lo que quedaba de la humanidad tras varias oleadas de salvaje barbarie. Exactamente como en la vida real.
O quizá no. A mí, personalmente, no me gustó el final que Nothomb da a la que, por lo demás, me parece una pieza literaria interesantísima. Si lo leen, o si lo han leído, sabrán a qué me refiero. Es lo que yo llamaría un final digno de una teleserie norteamericana. Una mezcla de McGiver y Mujeres Desesperadas. No sé. Quizá exagero. Yo habría preferido un final más sombrío y creíble. Probablemente vendería menos entre el público de la Nothomb, por lo visto principalmente juvenil. Es una pena.
Como lo es la atropellada traducción, salpicada de gazapos que estropean el placer de la lectura. Véase, si no, en el fragmento reproducido" (las que se suponían [sic] que eran guapas no eran así) o en la página 127 (Se produjo una auténtica mobilización [sic] de los medios de comunicación...). Y hay más, no muchos, pero sí más.
Y, con todo, me quedo con ganas de leer más cosas de la Nothomb...
Acido sulfúrico es una alegoría optimista. Optimista, porque en ella la civilización sublimada puede sobre la máxima barbarie. Optimista, porque en ella el Cristianismo puede sobre el nihilismo. Pannonique se ofrece en sacrificio por todos sus compañeros, emulando a Jesucristo. Y así, todos acaban salvados. Bueno: todos excepto los débiles, los perversos, los niños y los que tuvieron mala suerte. Es decir, que la civilización salvó a lo que quedaba de la humanidad tras varias oleadas de salvaje barbarie. Exactamente como en la vida real.
O quizá no. A mí, personalmente, no me gustó el final que Nothomb da a la que, por lo demás, me parece una pieza literaria interesantísima. Si lo leen, o si lo han leído, sabrán a qué me refiero. Es lo que yo llamaría un final digno de una teleserie norteamericana. Una mezcla de McGiver y Mujeres Desesperadas. No sé. Quizá exagero. Yo habría preferido un final más sombrío y creíble. Probablemente vendería menos entre el público de la Nothomb, por lo visto principalmente juvenil. Es una pena.
Como lo es la atropellada traducción, salpicada de gazapos que estropean el placer de la lectura. Véase, si no, en el fragmento reproducido" (las que se suponían [sic] que eran guapas no eran así) o en la página 127 (Se produjo una auténtica mobilización [sic] de los medios de comunicación...). Y hay más, no muchos, pero sí más.
Y, con todo, me quedo con ganas de leer más cosas de la Nothomb...